Fidel Castro y las razones de Kapuscinski


Enrique Milanés León. - Tiempo después de que él le corrigiera la última línea de un trabajo, que a ella misma no le gustaba del todo, Katiuska Blanco comprendió que en aquel plumazo de editor Fidel Castro se había autodefinido: “Ponle ‘con sus botas de eterno caminante’”, le dijo el guía, y la joven periodista supo que no había, que no habría en el mundo, una frase mejor.

Rumbo a su centenario, él sigue la marcha, tal como describieron este sábado en el Festival Granma Rebelde seis destacados colegas con la moderación —una redundancia en ella— de la propia Katiuska, quien creció para convertirse de la jovencita azorada al pie de la cumbre en la sólida biógrafa del hombre inabarcable.

Ignacio Ramonet, Yunet López, Tubal Páez, Alina Perera, Juvenal Balán y Randy Alonso convirtieron, con Katiuska, el Panel “Fidel en la prensa: el líder que escribió su historia” en una charla familiar, porque ahora, como antes, los periodistas cubanos guardan cercanías con él.

Para Ignacio Ramonet, Fidel fue sobre todo un comunicador todoterreno, preocupado por hallar la idea exacta en cada circunstancia. El comunicólogo hispanofrancés comentó, por ejemplo, el asombro de Gabriel García Márquez porque el líder cubano pasara días enteros buscando… una palabra. “Tenía le exigencia del escritor”, afirma.

El autor de Cien horas con Fidel contó el arduo proceso de grabación, transcripción y envío internacional de aquellas entrevistas. “La respuesta más corta —reveló— podía ser de veinte o treinta minutos”.

Lo más curioso es que, una vez impreso el título, Fidel corrigió un pasaje en plena presentación. “¿¡Qué hacemos, Comandante… hay 100 000 libros editados!?”, le preguntaron. Por fortuna, era apenas un detalle, pero a Fidel Castro un detalle de guerrillas le cambiaba la estrategia. Al cabo, considera Ramonet, no son muy visibles las correcciones de la primera a la tercera edición, solo que Fidel era experto en ver las cosas invisibles: “Era esa meticulosidad suya para la palabra”, afirma Ramonet antes de recordar que, por ello, cuando tiempo después hizo el libro sobre Hugo Chávez este le prohibió que Fidel, ya enfermo, lo corrigiera: el hijo de Sabaneta sabía que el empeño descomunal de Fidel podría comprometer su salud.

“Fidel Castro era un maestro de periodistas. Sigue siendo una gran referencia para nosotros”, considera finalmente Ramonet, uno de sus principales entrevistadores.

No tiene sentido comparar entre sí las semillas de un caguairán, pero tal vez las palabras más tiernas del panel fueron las de la joven colega Yunet López, quien recordó el día amargo de 2016 en que le indicaron cubrir el paso de los restos de Fidel por la zona habanera de El Cotorro: estaban allí no solo los mismos laureles que vieron entrar en 1959 la caravana vencedora del héroe, sino también —vueltos cubanos maduros— muchos de los jóvenes que guiados por él tradujeron en obras la Revolución.

Tras cumplir la misión periodística, ella se hizo más compañera y más colega de su compañero y colega Wilmer Rodríguez para hacer a cuatro manos —o a un abrazo de novios, que es lo mismo— el libro “Ahí viene Fidel”, relato amoroso de cómo Cuba lo despidió. “Las nuevas generaciones tienen que saberlo”, afirma la joven.

Para hablar de Fidel, Yunet habló, por ejemplo, de las taquígrafas que envejecieron a su lado sin dejar de ser “las muchachitas” ni cesar de entender que todo allí era urgente. Contó de las libretas de carátula azul donde el Jefe apuntaba sus ideas y de su celo porque estas llegaran, claramente, al pueblo. Contó de su pasión por saber los titulares del día para entender el mañana.

“Ahí tenemos a Fidel, en el recuerdo de todos los que vivieron la grandeza de estar a su lado; y lo tenemos también en los archivos de Granma y de Juventud Rebelde”, aseguró la colega.

Tubal Páez, Presidente de Honor de la UPEC, trajo al panel pasajes humorísticos que enriquecen los tonos de la estampa verde olivo de Fidel. Cierta vez, en la elección colectiva de una palabra para un asunto sensible, mandó a llamar a una académica. Reputada donde las hubo, la Doctora no fue informada del origen de la duda, pero aun así le dijo al intermediario: “¡(Fulano) son las tres de la mañana… él tiene la razón!”. Y colgó.

Hubo un tiempo en que Fidel Castro —contó Tubal— era habitual en el periódico Granma. “Por los primeros que preguntaba era por los caricaturistas. Tenía gran sentido del humor porque creía que desde la risa y el absurdo se podía comprender muchas cosas”, refiere el veterano periodista.

Tubal contó con gracia natural un encuentro de Fidel con un intelectual de origen campesino: Tomás Álvarez de los Ríos, en el que este, a insistencia del Comandante, le reveló de dónde “bajó” el mandato de que le censuraran en un espacio público cierta frase, cubanísima, con la cual él celebraba un éxito espirituano. Al fin, Tomás se animó, le dijo el origen del borrón y fue entonces el líder quien exclamó, jaranero, la misma oración.

“Aun estoy cautivado por su personalidad, su palabra, su concepción y visión de humanidad”, confesó Tubal Páez en el panel.

Alina Perera resume su pasión en esta idea: “Fidel creía en la causalidad y en el azar. Coincidir con él en el espacio-tiempo, tenerlo cerca, era todo una aventura para los periodistas”.

En el caso de ella, esa aventura la llevó a escribir en coautoría con la propia Katiuska y con Alberto Núñez Betancourt el libro Niños del milagro, sobre niños venezolanos que recuperaron la visión gracias a la solidaridad, pero también la condujo a diálogos cercanos en los que llegó a pedirle al Jefe, como a un padre, consejos de amores. Para su sorpresa, él la marcó con una frase que se convertiría en título periodístico: “Siempre tiene que haber pasión”.

Alina vivió la experiencia de inspirar, con un artículo en Juventud Rebelde, una Reflexión como respuesta periodística de Fidel, quien tuvo el detalle de dársela a leer primero y hasta preguntarle: “¿Estás de acuerdo?”. Evidentemente sí, porque ella no sintió contrapunteo, sino un diálogo de aprendizaje. “Era un maestro de la comunicación extraverbal y la palabra, tanto verbal como escrita”, afirma la reportera.

Katiuska Blanco coincide con la amiga: “Fidel no quitaba ideas; buscaba maneras de conseguir la mayor precisión en los principios. Cuando pienso en él, pienso en el peso de las ideas”.

Será por ello que el fotorreportero Juvenal Balán describe el reto difícil de hablar del Fidel periodista… “¡y más aún en las imágenes!”. Cuando él llegó a Granma se impresionó con la obra de los maestros Jorge Oller y Liborio Noval, quienes dejaron una estela de imágenes del Comandante en Jefe.

Un día, le tocaría el turno a Juvenal. Fue a Uruguay, en 1995, y todavía recuerda la multitud que en pleno invierno, que allá son jíbaros, obligó a abrir las ventanas de donde hablaba el líder para aclamarlo: “¡Fidel, Fidel…!” y el líder salió al balcón, con el puño en el pecho. “Parecía —recuerda Juvenal— que no estaba en Montevideo sino en nuestra Plaza de la Revolución”.

También cubrió una visita a Sudáfrica, donde Fidel recorrió la que fue celda de Nelson Mandela y midió a puro ojo el tamaño de aquello para concluir lo que solo él sabía: “Ahora entiendo por qué camina encorvado”.

Juvenal aportó al panel una emoción de fotógrafo: “Los testimonios gráficos ilustran la relación especial, única, que Fidel tuvo con Hugo Chávez”. A seguidas, comenta lo general: “El Comandante tuvo siempre a la prensa en su estrategia. En los equipos que formaba incluía periodistas; es más, iba a buscarnos porque no temía a la prensa en Cuba ni en el extranjero”.

Definido por él mismo como uno de esos privilegios inmerecidos que marcan a la gente, Randy Alonso celebra haber conocido al ser humano, al estadista… al periodista Fidel Castro. Entonces habla de él: “Fue una gran periodista porque fue un lector voraz. Leía a tremenda velocidad, corregía libros del Gabo, revisaba boletines de cables y boletines de artículos de internet y obligaba a quienes le rodeaban a informarse y leer”.

Haciendo una especie de “ingeniería inversa” del amor, el líder de Ideas Multimedios da pistas del manual de comunicación de Fidel: “Tenía gran capacidad para entender cuál era el arma del momento. Comenzó por la radio, acudió a la prensa escrita, creó periódicos y plantas radiales, luego apostó a la televisión. Después se dio cuenta que el camino era Internet y aprendió él mismo a escribir emails, a navegar en la web y convertirla en herramienta imprescindible”.

Fidel sabía que la comunicación era el espacio propicio para dar las batallas. ¡Y vaya si las dio! Parte de la tropa que siguió en ello a su Comandante, Randy Alonso recordó que Fidel fue el gran estratega —y el pueblo venezolano el gran protagonista— en la denuncia mundial del golpe de Estado contra Chávez en 2002, lo cual salvó no solo la continuidad, sino la vida misma del líder bolivariano.

Fidel dejó enseñanzas a Randy que sirven igual a todos los cubanos, periodistas o no: “La Mesa (Redonda) siempre llevaba una sobremesa de una o dos horas de diálogo. Fidel exigía que dijéramos siempre la verdad y que cuando nos equivocáramos rectificáramos enseguida. Era la ética que aprendió de Martí”.

Las pruebas de la cercanía de líder de la Revolución con las humildes redacciones de Cuba son inapelables, pero de todos modos Randy Alonso las explicó con un argumento, ya clásico en el gremio, que ubica los puntos cardinales. El polaco Ryszard Kapuscinski decía que una mala persona nunca puede ser buen periodista. Fidel fue el ejemplo contrario: así de bueno, así de grande.

Cubaperiodistas

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Enrique Milanés León
Forma parte de la redacción de Cubaperiodistas. Recibió el Premio Patria en reconocimiento a sus virtudes y prestigio profesional otorgado por la Sociedad Cultural José Martí. También ha obtenido el Premio Juan Gualberto Gómez, de la UPEC, por la obra del año.


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