Carlos y la lenteja “mágica"


Publicaciones Karlito Marx.-En los últimos días, circula por redes sociales y algunos medios alternativos un relato conmovedor: el del profesor Carlos Lazo y su iniciativa "Puentes de Amor", presentada como un esfuerzo humanitario y apolítico para enviar ayuda a Cuba. Su último testimonio, cargado de anécdotas emotivas y una buena fe, gana simpatías. 

Sin embargo, un desgrane de su narrativa revela no una simple crónica, sino un sofisticado instrumento de presión que, bajo la bandera de la caridad, pudiera socavar principios de soberanía y autodeterminación de la nación cubana.

Lazo nos entrega una imagen de doble persecución. Sufre, nos dice, escrutinio en aeropuertos estadounidenses por denunciar el bloqueo, pero también —y aquí radica el núcleo de su exposición— es sistemáticamente interrogado y requisado al salir de Cuba. 

Esta equiparación es el primer y más grave desliz conceptual. Igualar las medidas de un Estado que aplica un férreo y criminal bloqueo económico con el legítimo derecho de otro Estado (el agredido) a controlar sus fronteras, y proteger su seguridad nacional, es un acto de manipulación política. Cuba no está en guerra con su propia gente; está bajo asedio permanente de la potencia más poderosa del planeta e historia. Sus mecanismos de defensa, incluidos los controles migratorios y aduanales son un escudo, no una espada contra su pueblo y nadie en particular.  Muestra de ello son las sistemáticas excepciones decididas desde su soberanía, y no como resultado de las menguadas y estériles solicitudes del Profe.  

El segundo elemento, no menos revelador, está en la composición de su propio grupo. Lazo enfatiza en su carácter heterogéneo y conciliador, de una formación integrada por sus devueltos del odio, pero no de la contrarrevolución, y ejemplos sobran. 

Esta amalgama de travestidos políticos y sociales, presentada como virtud, pudiera ser, desde la perspectiva de seguridad nacional, un factor de riesgo. Sin embargo, todos hemos sido testigos de la altura y decencia con que siempre han sido recibidos por funcionarios y colectivos laborales de hombres y mujeres consagrados a la docencia y a la salud. 

La historia reciente de Cuba está plagada de ejemplos donde iniciativas "culturales" y "humanitarias" han servido —no pocas veces— de fachada para el financiamiento encubierto y la creación de estructuras de influencia al servicio de agendas desestabilizadoras. ¿Quién audita el origen de los fondos? ¿Qué vínculos tienen determinados "emigrados cubanos" con organizaciones y fondos abiertamente subversivos? La opacidad alrededor de estos hechos es total, y la demanda de transparencia no constituye una paranoia estatal, sino una obligación de cualquier país soberano bajo amenaza. Sin embargo, la historia contada por Carlos Lazo para sí no clasifica dentro de ninguna regla de emergencia que impliquen acciones contra su integridad. Su historia pareciera un simple cuento de hadas. 

Cuba cuenta con instituciones perfectamente capacitadas para recibir y distribuir ayuda solidaria internacional, como ha demostrado en innumerables desastres. Quien opte por crear sus propios "puentes", debe entender que pudiera generar legítimas sospechas. No obstante, la realidad es otra. Lazo ha sido distinguido, incluso, con honras más notables que las otorgadas al resto de la solidaridad. 

Para el líder de Puentes de Amor, el paso por frontera debería ser un momento de consideración hacia aquellos compatriotas que nos salvaguardan, una oportunidad para, desde la humildad más pura, felicitar con gesto bondadoso tan importante ejercicio, desde aquel que realiza la labor más simple pero vital hasta su más elevada jerarquía. Nuestra institucionalidad (toda) es un solo cuerpo, cuya fuente fundamental viene de un pueblo consciente que la nutre. 

Por tanto, la anécdota central —el registro injusto en el aeropuerto cubano y los interrogatorios (sin evidenciar)— constituye una narrativa de muy mal gusto, inaceptable para cualquier cubano. 

En su narrativa, se erige en el mártir comprensivo ("no tengas pena, cumple con tu deber"), mientras reduce el deber de la funcionaria —proteger la integridad de la nación— a un acto burocrático vacío. Desarma simbólicamente la autoridad del Estado, presentando su proceder legal como un obstáculo injusto al "amor". Este es el lenguaje típico de una guerra no convencional: la construcción del "héroe civil" que desafía al "Estado opresor", aun cuando ese estado es víctima de una guerra económica sin cuartel.

El relato es, en esencia, divisorio, distingue a la compañera que lo atiende, y cumple con su deber, de su mando y jefes. Esto es igual a una punta de lanza: sustituir la abierta hostilidad por una retórica de afecto y reconciliación que, sin embargo, exige como moneda de cambio la renuncia de Cuba a sus mecanismos de defensa. 

Lazo no ataca con violencia, sino con lentejas; no acusa con discursos abiertamente agresivos, sino con la dulce “queja” del que es perseguido por ayudar. Es la politiquería de siempre: dominar desde la lástima y la caridad, fracturando el consenso, presentando al Estado revolucionario y sus órganos de seguridad como un ente deshumanizado frente a la "sociedad civil" .

Cuba no le cierra la puerta a la solidaridad genuina. Le cierra, con toda razón, la puerta a la injerencia, y en esa distinción, tan clara para quien conozca la historia de agresiones, está la defensa de su futuro. 

Los verdaderos puentes de amor son los que se construyen con respeto a la soberanía y las instituciones del país, con trasparencia y a través de los canales que el pueblo cubano, en ejercicio de su derecho, ha establecido: su institucionalidad. 

Todo lo demás, por mucho que se vista de lentejas, huele a colonialismo recalentado.

Seguimos.


1 comentario:

  1. Todo el artículo tiene peso y razón, estamos por la soberanía y amor a nuestra patria, pero yo también como donante me gustaría también mejorar aún más de lo que hemos hecho los servicios de la aduana nacional. En mi último viaje tenía conmigo cada carta de autorización de las donaciones pertinentes y aún así por el poco personal y pesas sea debido al bloqueo o no los pocos turistas y nosotros patriotas que visitamos por amor a la familia nuestro país tenemos que estar horas antes de dejar el aeropuerto, me parece que debemos por amor a nuestro país aún mejorar en muchos aspectos si queremos seguir defendiendo nuestra identidad pues solo nos estamos molestando con pequeñeces que podrían resolverse y no es una cuestión de contra revolución ser críticos si no por amar a nuestro país debemos también ser autocríticos y crecernos en lo que podamos resolver sin bloqueo y desgraciadamente en el aeropuerto debemos arreglar ese tiempo innecesario de horas para poder después de vuelos de 10 horas mínimo tener que estar tres horas o más antes de llegar a nuestro hogar si tenemos la suerte de vivir en La Habana , si no serían aún más horas para poder abrazar a nuestra gente después de salir molesto cada vez que uno va a nuestro amado país. A Carlos lazo lo sigo porque como humano debemos oír cada parte y ver donde nos podemos mejorar. Gracias

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