95 años de Ernesto Che Guevara. La construcción social de su imagen de héroe (parte I)

 Por Patricia Pérez 

Los héroes, a no ser en la literatura, no se construyen con artilugios de prestidigitadores ni por la voluntad de un Dios; pueden llegar a ser mito, pero no sin hazañas cumplidas, sin excepcionalidad en el coraje o credibilidad ganada con actos. Sus virtudes y su ejemplo determinan la repercusión y conservación de su imagen en el cuerpo social, con los disímiles sentimientos que suscita su carácter único, inédito, en la infinidad de complejos matices inherentes a la diversidad de las sociedades humanas.

A Ernesto Guevara de la Serna, más conocido como El Che ―apodo que cariñosamente se ganara en la guerrilla cubana―, se le suele ponderar como “la antítesis del hombre unidimensional”[1] por la multiplicidad de cualidades y facetas que cimentaron su personalidad de hombre trascendental, las cuales han hecho perdurar su imagen heroica en la memoria colectiva latinoamericana y del mundo, perpetuada por quienes lo conocieron, por los estudiosos de su palabra y su acción, por los enamorados de su verbo inspirador y poético, y por los continuadores de su pensamiento emancipador.

A la predominancia de su emblemática envergadura de héroe, tan necesaria para las aspiraciones de las mayorías y para los pueblos que luchan por un futuro más justo y luminoso, se oponen múltiples imágenes vehiculadas por los medios de información que defienden y sostienen la ideología del capitalismo y por libelos y textos académicos de variada índole, productos nacidos de un comercio al servicio de empresas y transnacionales que El Che mismo combatiera durante su vida. Así se ofrecen, insidiosamente, a la conciencia de muchos individuos y a las nuevas generaciones, desde el momento de su muerte verdades de mercachifle calzadas con pies de barro.

Tales imágenes que impregnan las conciencias occidentales se caracterizan, en su mayoría, por la falta de objetividad o por la parcialidad con que son expuestas y pretenden erigirse, a unos cuantos años de distancia de su partida física, como paradigma del conocimiento de una figura tan polifacética y profunda y, mal que les pese a sus enemigos, admirada por casi todas las naciones del orbe. Para ir a en sentido opuesto de esa tendencia, basta con volver sobre lo tangible de su acción, sobre las huellas que dejaron su trayectoria personal y su pensamiento prolífico, tantas veces obviadas o descontextualizadas en provecho de ambigüedades, distorsiones, tergiversaciones y calumnias, que soslayan el examen agudo de su obra y no exponen jamás pruebas fehacientes de lo dicho.

Ante el sostenido e innegable interés que ha despertado la figura del Che en cualquier rincón del mundo desde hace más de cinco décadas, y dada la curiosidad que mantiene despierta entre los jóvenes de hoy ese “abuelo rojo de la utopía” ‘(Paco Ignacio Taibo II), creemos siempre en la necesidad de volver sobre sobre las razones que hacen que el Che perdure como un símbolo supranacional de heroísmo y de rebeldía. Es en su HACER, por su calidad de prueba y argumento, donde reside su fuerza persuasiva, y es desde esa solidez del binomio palabra/acción que emerge el ethos heroico de Ernesto Che Guevara. Es su propia praxis revolucionaria la que determina que el imaginario construido en torno a su figura se ajuste permanentemente al grupo social que lo produce, revelando así el fuerte vínculo entre hecho histórico, imaginario social e ideología.

Rasgos de la personalidad de Ernesto Che Guevara que sustentan su imagen, su ethos heroico.

Los hechos que nos hacen ir del hombre al héroe ―real más que legendario― abundan en su epistolario y en la totalidad de su obra, tanto como en los testimonios escritos u orales de quienes conocieron a Ernesto Guevara de la Serna. Sus cartas y recuentos de viaje, sus pasajes de la guerra revolucionaria o sus diarios de guerrilla; sus contribuciones al desarrollo de un pensamiento filosófico, económico y matemático; sus aportes a la historiografía del continente, su oratoria y su acción política antes y después del triunfo de la revolución cubana y fuera del continente, son los cimientos sobre los que indudablemente se sustenta la fuerza de su imagen de hombre fuera de lo común. A nuestro juicio, en ese archivo sólido, que abarca la síntesis consecuente de sus acciones y de su pensamiento, cristalizan la admiración, la curiosidad y el consecuente respeto que, más allá del paso del tiempo y de las intencionadas distorsiones, erigen al Che en perenne paradigma de hombre digno, en prístino ejemplo para quienes aspiran a un destino mejor para la Humanidad.

Para evocarlo, se citan a menudo los versos del poema de Mirta Aguirre al «caballero sin miedo y sin tacha», similar al Bayardo que vagaba por la Europa de finales del Medioevo en defensa de un ideal; «Comandante», amigo, para Cuba y Nicolás Guillén; «el hombre más completo de nuestra época» según Jean Paul Sartre; «heraldo de una revolución latinoamericana que, por más que parezca imposible, sigue siendo absolutamente necesaria» para su biógrafo Paco Ignacio Taibo II , y, «solo el otro nombre de lo que hay de más justo y digno en el espíritu humano», según José Saramago. Lezama Lima lo visualizó como «uno de los comienzos de los prodigios, del sembradío en la piedra, es decir, el crecimiento tal como aparece en las primeras teogonías, depositando la región de la fuerza en el espacio vacío». El también guerrillero y poeta Roque Dalton, lo define como aquel que se ha quedado «a la izquierda de los hombres/exigiéndoles que apresuren el paso/por los siglos de los siglos». Nuestro propósito sin embargo no es hacer acopio de los epítetos y calificativos laudatorios que tan justamente ha recibido el Che desde que su figura ocupó el espacio público latinoamericano hasta hoy, lista que sería, por demás, insuficiente para abarcar la envergadura del hombre, la estatura moral que le confieren las mayorías explotadas del mundo al pensador y guerrillero quien como héroe universal suscita admiración en todas las latitudes. «Una bala no puede terminar el infinito», dijo muy justamente Haydée Santa María al saber de su muerte.

¿Qué razones llevaron a intelectuales tan preclaros a emitir tales juicios? ¿Qué agudeza de espíritu y de conocimiento se necesita para aquilatar con el gramaje que mejor se ajuste a una valoración justa de la figura del Che? Consideramos urgente, más que necesario, reflexionar nuevamente sobre ello en momentos en que el mundo se enfrenta a desafíos insospechados.

Tal suma axiológica en un solo ser se fundamenta en gran medida en la capacidad que tuvo el Che de dejarnos testimonio de su pensamiento y de sus actos a través de la escritura. Allí encontramos al viajero infatigable quien, más que un aventurero o turista, fue un investigador social que fue al encuentro de los más necesitados del mundo; al médico comprometido con la causa de los desheredados, al joven que se arriesgó por apoyar al pueblo guatemalteco en su lucha, al expedicionario que se embarcó en el yate Granma para redimir a los cubanos. Luego conocemos al guerrillero, al Comandante liberador de Las Villas, al dirigente tenaz y economista visionario, al diplomático digno ante las contingencias que azotaron a Cuba y a su causa justa y emancipadora, al internacionalista; al pensador radical, defensor de la idea de una revolución mundial contra el imperialismo quien cayó pagando el precio de «los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades» (A mis padres, 1965) .

Rasgos observables y persistentes en el conjunto de documentos que hoy se encuentran a disposición de cualquier investigador serio son su humanismo, su sensibilidad artística y sus aptitudes literarias, su firmeza en cumplir sus propósitos, su sentido de la responsabilidad y del sacrificio, su ética y su consecuente voluntad de cambiar el mundo, su intransigencia ante lo mal hecho, todo lo cual emana de una profunda visión espiritual e intelectual que podemos palpar en su escritura si dejamos, como lo quiso su compatriota Julio Cortázar al saber de su muerte, que «sea su voz la que se asome aquí, que sea su mano la que escriba estas líneas» .

El viajero y cronista de América.

Sus cualidades de guerrillero y hombre político o sus retratos de héroe, a veces dejan en un plano segundo la intensidad de la escritura del Che y la poesía de sus textos, donde se percibe su constante cuestionar, su amor por la lectura y la filosofía, su voluntad de dejar constancia fehaciente de sus múltiples experiencias de viaje, como si muy pronto hubiese sido consciente de la importancia que tomaría la huella de su pensamiento y proceder en el contexto latinoamericano que le tocó vivir. Desde pequeño, como señalara su hermana Celia, «tenía la costumbre de escribir todo, hacía resúmenes de libros porque le gustaba leer mucho» . Ese elemento característico del Che es insoslayable si se quiere emitir un juicio certero sobre su extraordinaria personalidad y sobre sus actos.

Las dotes literarias del joven Ernesto y su deseo de documentar son observables en sus cartas, sus Notas de Viaje por Latinoamérica, sus poemas de Guatemala, talento que se revelará nuevamente en sus discursos y su correspondencia, en sus escritos periodísticos o en los apuntes sobre obras teóricas. Todo este material nos acerca a «uno de los mejores prosistas de nuestra lengua» ―como lo afirma Graziella Pogolotti―, a su vocación de contar que se afianzaba en su capacidad de usar los recursos retóricos, de seleccionar los argumentos y procedimientos que genialmente emplearía tanto en sus discursos orales como escritos.

Desde su infancia y juventud, además de palpar de cerca la miseria social de sus compañeros de juego y de los obreros y jornaleros argentinos, El Che sintió apego por la literatura y el debate de ideas en el seno familiar donde no escaseaban temas como los sucesos de la Guerra civil española y comentarios en torno a la llegada de oficiales alemanes a Villa Gessell, balneario situado al sur de la ciudad de Buenos Aires donde muchos nazis fueron a vivir para escapar de sus jueces después de su derrota en la Segunda Guerra Mundial. A los 17 años (1945), el Che militaba ya junto a su padre en la Juventud de Acción Argentina, preocupado como estaba por un posible resurgimiento del nazifascismo en América Latina[2]. Con esa edad comenzó la redacción de su Diccionario Filosófico[3] al descubrir que los estudiantes y él mismo lo necesitaban[4]. Apasionado por el rugby, deporte que practicaba gracias a su amigo Alberto Granado ―su entrenador y futuro compañero de viaje―, en mayo de 1951 escribió para la revista semanal Tackle seis artículos como cronista deportivo. En ese año y con ansias de conocer lo que él denominaba la «Mayúscula América», decide su salida de Buenos Aires en un viaje en motocicleta que tuvo como precedente aquel que realizara recorriendo doce provincias por el interior de Argentina, totalizando así un trayecto de 4500 km[5]. Las vivencias del viajero que aún no había obtenido su título de médico nos llegan así a través de una escritura de corte testimonial en sus Notas de Viaje, las cuales, plasmadas al calor de una experiencia nueva y retocadas un tiempo después, sorprenden por su metalenguaje (reflexiones sobre el acto de escribir) en un joven que en principio no pertenecía al campo de las letras.

"En cualquier libro de técnica fotográfica se puede ver la imagen de un paisaje nocturno en el que brilla la luna llena y cuyo texto explicativo nos revela el secreto de esa oscuridad a pleno sol, pero la naturaleza del baño sensitivo con que está cubierta mi retina no es bien conocida por el lector, apenas la intuyo yo, de modo que no se pueden hacer correcciones sobre la placa para averiguar el momento real en que fue sacada. Si presento un nocturno créanlo o revienten, poco importa, que si no conocen personalmente el paisaje fotografiado por mis notas, difícilmente conocerán otra verdad que la que les cuento aquí[6]".

Por su lenguaje pulido y su afán de veracidad desde los momentos iniciales du su primer viaje (desde fines de 1951 y hasta agosto de 1952), sus crónicas ―como él mismo― logran insertarse en el proceso de emancipación de una América que para él “debe recuperar su pasado”. En dos artículos publicados como joven periodista durante su segundo viaje por América, uno de ellos sobre el Río Amazonas[7] y otro sobre Machu-Picchu[8], notamos la visión holística del joven Ernesto, quien demuestra sus tempranas cualidades de etnólogo y de historiador, preocupado por recuperar, como José Martí, las raíces autóctonas de la identidad de los pueblos del continente.

"Machu-Picchu se encuentra edificada sobre la cima del cerro, abarcando una extensión de 2 Km de perímetro. En general, se la divide en tres secciones: la de los templos, la de las residencias principales, la de la gente común. En la sección dedicada al culto, se encuentran las ruinas de un magnífico templo formado por grandes bloques de granito blanco […]. Coronando una serie de edificios de alta calidad de ejecución, se encuentra el Intiwatana, el lugar donde se amarra el sol, un dedo de piedra de unos 60 cm de altura, base del rito indígena y uno de los pocos que quedan en pie, ya que los españoles tenían buen cuidado de romper este símbolo apenas conquistaban una fortaleza incaica".

No es difícil hallar en sus escritos referencias a autores y poetas latinoamericanos o del resto del mundo, como César Vallejo (véase su poema "Vieja María"), José Carlos Mariátegui, Jack London o Pablo Neruda[9] cuyo Canto General recordó el Che como el «más vasto poema sinfónico de América» y que tantas veces leyó a los barbudos de la Sierra Maestra. Aparecen en sus apuntes reiteradas alusiones al Quijote, rasgos de su admiración por la poesía de Federico García Lorca, José Hernández y León Felipe, así como por los textos de José Martí y los versos de Otero Silva, Antonio Machado, Gabriela Mistral y Alfonsina Storni.

Todo ello da fe de la profunda sensibilidad de su mirada humana y poética del hombre y del mundo, siempre permeada del análisis profundo de los más variados temas, entre los cuales hallamos huellas de la influencia de otros autores poco conocidos en Argentina, pero cuyas ediciones aparecían ya allí por esa época, tales como la de los novelistas estadounidenses William Faulkner, John Steinbeck, los franceses Charles Baudelaire, Paul Verlaine, Jean-Paul Sartre, Albert Camus, Emile Zola, el filósofo Sigmund Freud, y otros clásicos argentinos como Sarmiento[10], quienes insuflaron su genio verbal a «aquel hombre meditativo que en sus batallas heroicas destinó siempre, junto a sus armas, un sitio para la poesía» (Pablo Neruda)[11].

El defensor de los pueblos de Nuestra América.

Además de sus inquietudes etnológicas, arqueológicas y culturales en general, notables son, en sus cartas y escritos de juventud, la preocupación por la situación paupérrima de los hombres y mujeres de América y la necesidad de dejar constancia de sus realidades, de las injusticias a que los sometían los latifundistas y los poderes oligárquicos, algo que pudo evidenciar Ernesto desde su infancia en Argentina. Esas impresiones primeras se dilataron con su conocimiento directo de la vida de los peones y jornaleros, de los mineros del cobre y del salitre en el norte de Chile. Durante su primer viaje por el continente el joven Ernesto no estaba afiliado a la Juventud Comunista de la Facultad de Medicina de Buenos Aires, aunque sí conocía la obra de Aníbal Ponce, un pensador marxista argentino que murió joven durante su exilio en México[12]. En una de sus cartas dirigida a su amiga Tita Infante le expresa:

Desde ese puerto fuimos hasta uno de los yacimientos de cobre más grande del mundo, Chuquicamata; y realmente nos impresionó el rigor de la vida del obrero y su falta de defensa contra las contingencias de un trabajo peligroso como es ese. La grandeza de la planta minera está basada sobre los 10 mil cadáveres que contiene el cementerio más los miles que habrán muerto víctimas de neumoconiosis y sus enfermedades agregadas.

"[…] La persecución es encarnizada e indiscriminada […] Las minas de salitre, sin llegar al extremo de Chuquicamata, presentan un parecido aspecto de sumisión hacia el gran capital que vuelve odiosa todas las gigantescas obras construidas en los desiertos de la región”[13].

Desde su primer periplo por América, el Che dejó testimonio del panorama histórico, y sociológico en particular, de los países que desfilaron como fotografías del mal ante sus ojos, y cuyos similares destinos resaltan con suma nitidez en sus notas o cartas. Desde Iquitos (Perú), le comenta a su padre la situación sanitaria del país andino en carta del 4 de junio de 1952: «Abundan muchísimo las enfermedades por trastornos metabólicos provocados por la deficiente capacidad nutritiva de la selva...» (Ernesto Che Guevara, Notas de Viaje). Como hombre armado de indudables dotes de escritor y médico previsor, comprendió desde entonces la necesidad urgente de desarrollar en la medicina en América Latina, con una función social.

En Lima, donde conoció a Hugo Pesce, doctor y amigo del filósofo marxista peruano José Carlos Mariátegui, el joven Ernesto permaneció varios días en contacto con los leprosos sin demostrar miedo al contagio, lo cual le hizo ganarse el afecto de los enfermos, como podemos apreciarlo en las cartas que desde allí envía a su padre y que tan fielmente reproduce la película Diarios de motocicleta de Walter Salles (2005), realizada a partir de sus testimonios y notas del primer viaje con Alberto Granado:

"Todo el cariño — escribe el Che — depende de que fuéramos sin guardapolvo ni guantes, les diéramos la mano como a cualquier hijo de vecino y nos sentáramos entre ellos a charlar de cualquier cosa [...]". (Ernesto Guevara Lynch, Mi hijo el Che, Ob. cit., pp. 318-319).

Años después, en Guatemala, inició la redacción de La función del médico en Latinoamérica, texto que fue determinante para fijar el paradigma socio-médico cubano de la Revolución. Preocupado por la alarmante situación de las poblaciones que vio a su paso por el país hermano, abordó temas como la historia de la medicina, la medicina aborigen americana, el estado de la misma durante la época colonial[14], así como principios básicos de la medicina comunitaria, el cual es hoy un fundamento esencial de la medicina cubana, de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) y del Programa Integral de Salud (PIS) con el que Cuba extiende solidariamente la colaboración médica a varios países. En Colombia, le describe a su madre el estado de tensión extrema que se vivía en el país[15]:

Este país es el que tiene más suprimidas las garantías individuales de todos los que hemos recorrido, la policía patrulla las calles con fusil al hombro y exige a cada rato el pasaporte, que no falta quien lo lea al revés; es un clima tenso que hace adivinar una revuelta dentro de poco tiempo. Los llanos están en franca revuelta y el ejército es impotente para reprimirla, los conservadores pelean entre ellos, no se ponen de acuerdo y el recuerdo del 9 de abril de 1948 pesa como plomo en todos los ánimos |…]. Notas de viaje, p. 209.

Si su primer periplo le sirvió ―como señaló su compañero de viajes Alberto Granado― «para hacer más profundas sus convicciones sobre las diferencias sociales y lo sensibilizó con la importancia de luchar contra ellas», en su segundo viaje por América el Che «va consolidando sus conocimientos políticos»[16] y trata de conocer el camino para lograr un cambio, una revolución verdadera. Retrata a Tita las consecuencias humanas de la lucha en Bolivia: «Aquí las revoluciones no se hacen como en Buenos Aires, y dos o tres mil muertos (nadie sabe exactamente cuántos) quedaron en el campo». En Costa Rica conoce la pésima situación de explotación y miseria de los trabajadores en los dominios de la United Fruit Company. Allí contacta con el líder comunista costarricense Manuel Mora Valverde y comparte con el escritor Carlos Luis Fallas, autor del libro Mamita Yunai. (Cálida presencia, p. 48). El Che observa, aprende y analiza todo el panorama sociopolítico del continente durante su paso por Nicaragua, Honduras y El Salvador.


En Guatemala establece relaciones con exiliados cubanos entre los cuales estaban Ñico López y algunos asaltantes del cuartel Moncada, acción que marcó desde Santiago de Cuba el inicio de una nueva revolución en Latinoamérica. Después de entusiasmarse con el proceso revolucionario guatemalteco, vivió de cerca las maniobras que por medio de la llamada Operación Éxito condujeron al derrocamiento del gobierno de Jacobo Arbenz, hecho que hizo al joven argentino expresar su dolor y solidaridad en varios poemas escritos al calor de los acontecimientos:

"[...] Has caído, Guatemala.
Guía, esperanza, ejemplo de América, has caído.
¡Titán de cenizas!
¡Desintegrada imagen de la fe vencida!
El polvo que la ruina anuncia
en los aires grises va formando nubes.
Allá en los horizontes, se confunden
con las nubes negras que provocan cascos
de centauros-pulpos de prosapia rubia.
Vienen sedientos a tu fresca savia;
la tomarán a sorbos, "por la democracia".
Mis ojos no pueden seguir siempre secos
cuando están tan húmedos los de tu pueblo.
El pueblo llora, Guatemala, pero cree.
Llora pero sabe que el porvenir es fiel". [17]

Tres rasgos característicos de su personalidad y de su lucha van apareciendo ya con más fuerza en estos versos del joven de 22 años: su marcado antimperialismo, su solidaridad con la causa de los pobres de América y su fe en el futuro de los pueblos. De igual manera, se acercó el Che al «Dilema de Guatemala» por la vía de la escritura periodística en la cual, parafraseando a un clásico reconocible de la literatura universal, advierte con insistencia sobre la necesidad que tenía el estado revolucionario de no transigir con sus militares traidores, a riesgo de poner en peligro la vida de millones de hombres y mujeres, esa «masa anónima, esta América de color, sombría y taciturna» que su voz defendió años más tarde en la ONU, como en la Segunda Declaración de La Habana:

"La responsabilidad histórica de los hombres que realizan las esperanzas de Latinoamérica es grande. Es hora de que se supriman los eufemismos. Es hora de que el garrote conteste al garrote, y si hay que morir, que sea como Sandino y no como Azaña. […] Es necesario no tener blandura, no perdonar traiciones. No sea que la sangre de un traidor que no se derrame cueste la de miles de bravos defensores del pueblo. La vieja disyuntiva de Hamlet suena en mis labios a través de un poeta de América-Guatemala: ¿Eres o no eres, o quién eres? Los grupos que apoyan al gobierno tienen la palabra". (https://www.equipocritica.org/la-columna-de-ernesto/el-dilema-de-guatemala/)

Las vivencias y la indignación del joven latinoamericano lo llevan a tomar clara posición por aquellos que habían dejado su sangre en las calles durante el levantamiento popular y contra los actores del golpe urdido por la CIA que derrocó el gobierno de Arbenz. Su convicción de luchar contra ellos, su pensamiento radical ante el crimen y ante la imposición de poderes que sojuzgan desde afuera y matan por hambre y terror a los más necesitados, madurará posteriormente en México y durante la lucha revolucionaria cubana donde, a la par de su acción guerrillera, el Che continuó su habitual pasión y preocupación por la escritura, abarcando diversos estilos y abordando varios géneros, sobre todo el testimonial, el epistolar y el ensayo.

El guerrillero que tuvo como mejor arma la palabra.

Después de conocer a Fidel en México, de embarcar en el yate Granma y llegar a la Sierra Maestra para luchar por la libertad de otro pueblo de América, el Che fundó desde la clandestinidad de la guerrilla cubana la Radio Rebelde (24/02/1958), el periódico El Cubano Libre y el boletín Patria, y, luego del triunfo revolucionario, redactó el ensayo-manual La guerra de guerrillas (1960) donde expuso, según sus experiencias vividas, los principios generales de la lucha guerrillera, aplicables a cualquier grupo armado y territorio en el que operasen, ya fuese en América Latina, África o Asia. Dedicado a su amigo y Comandante de la Revolución ya fallecido, Camilo Cienfuegos, el Che expresó en dicho ensayo sus sentimientos más profundos de amistad y respeto por la suma de valores que reunió ejemplarmente aquel que fue su compañero en la guerrilla cubana, para él un modelo de lo que debía ser un guerrillero, y la necesidad de ese tipo de lucha para América Latina, eje vital de la batalla que debían llevar adelante los pueblos para transformarla[18]. En su primer capítulo expresa ya la «Esencia de la lucha guerrillera» la cual, partiendo de la experiencia cubana, podría servir de ejemplo a las naciones de América:

«La victoria armada del pueblo cubano sobre la dictadura batistiana ha sido, además del triunfo épico recogido por los noticieros del mundo entero, un modificador de viejos dogmas sobre la conducta de las masas populares de la América Latina, demostrando palpablemente la capacidad del pueblo para liberarse de un gobierno que lo atenaza, a través de la lucha guerrillera. Consideramos que tres aportaciones fundamentales hizo la Revolución cubana a la mecánica de los movimientos revolucionarios en América, son ellas: (1) Las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército. (2) No siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas. (3) En la América subdesarrollada el terreno de la lucha armada debe ser fundamentalmente el campo".

En estos textos, en los que predomina su estilo argumentativo, se observa su preocupación constante por dejar para el futuro de los pueblos un método que puedan seguir aquellos que quieran lograr su liberación, suerte de espejo en que ha de mirarse el futuro guerrillero de América y del mundo y que hoy se incluye en la mejor tradición cubana de la «literatura de campaña», a la par de los diarios de Céspedes y los de Martí, género iniciado con la guerra de independencia de 1868 y continuada por él y por otros guerrilleros en la lucha armada contra la dictadura de Fulgencio Batista.

Después del triunfo de la Revolución cubana se agregó una dimensión nueva a la escritura personal del Che quien rara vez utilizaba la primera persona del singular. Nuevamente deja hablar los hechos, reunidos en la pluralidad de voces de los actores que contribuyeron a la victoria del movimiento 26 de julio. En Pasajes de la guerra revolucionaria logra trasmitir una mirada colectiva y global sobre la lucha insurreccional, sobre los momentos más difíciles de aquella guerra bajo continuo asedio, con sus jornadas de marcha, de pérdidas de hombres y de armas, sus pequeñas victorias y derrotas sufridas, sobre decisiones difíciles tomadas al calor de los acontecimientos, incluso cuando la traición y el bandidismo llevaron a tomar soluciones contundentes para salvar al resto de la nación.

Fijar «claramente los hechos ya que pertenecen, incluso, a la historia de América» (cf. Prólogo), y contribuir con la recuperación de esa memoria de luchas del pueblo cubano, tal fue el propósito conjunto de dejar constancia de los episodios de la lucha en la Sierra Maestra. La doble función de sus escritos podemos decir que está cumplida; conocemos gracias a ellos los detalles de lo ocurrido y, al tiempo que construye un testimonio avalado por la mayoría de los firmantes, su credibilidad, su imagen de hombre preocupado por el futuro y consciente de la envergadura del momento, pero armado de determinación, de sacrificio y de ejemplaridad, se confirma. Si bien sus capacidades como jefe y estratega militar fueron innegables, es preciso, como lo dijera Fidel Castro en uno de sus discursos[19], no recordarlo fundamentalmente por sus virtudes en la guerra, sino desde su virtudes en el campo de las ideas, de los sentimientos, desde su pensamiento culto y visionario que se puede descubrir en su escritura ―digna de un clásico de la lengua española―, la cual conforma un corpus de excelencia, indispensable en el campo del pensamiento político y revolucionario del mundo de hoy.

El dirigente y reformador social que aspira al surgimiento de un hombre nuevo.

Es indispensable acercarse a sus ensayos, artículos, cartas, discursos y diarios, los cuales sería imposible resumir aquí, para aproximarnos de manera consciente y lúcida a los procesos sociopolíticos que tuvieron la huella del Che antes y después del triunfo revolucionario de 1959. En la bibliografía del Che se encuentran 35 artículos, 1 libro, 5 prólogos, 33 Episodios de la Guerra revolucionaria, además de 69 cartas dirigidas a diferentes personalidades, amigos y a su familia, 10 cartas a Tita Infante (recopiladas en el libro Cálida presencia…), 245 documentos que recogen Discursos y Entrevistas. El Centro de estudios Che Guevara en Cuba, creado en octubre de 1983 cuenta con sus fondos documentales, bibliográficos y fotográficos, así como investigaciones realizadas sobre su ideario y acción revolucionarios.

Apenas un mes después de la batalla de Santa Clara, en sus «Proyecciones sociales del ejército rebelde»[20], además de instruir al pueblo y de darle detalles sobre lo que fue el movimiento 26 de julio, su quehacer en las montañas y ciudades y el apoyo popular que tuvo en varios frentes, el Che planteó la necesidad de una nueva ley de Reforma Agraria, de hacer una revolución agraria que dictase «reglas contra el latifundio, fuente indiscutible del atasco del país y de todos los males para las minorías campesinas»[21], medida cuyo fin era redistribuir la tierra entre los campesinos y crear entonces un mercado interno donde se extendieran y diversificasen los cultivos. En un país donde el 1.5 % de los propietarios poseía el 46 % de las tierras, los favorecidos pasarían a ser las dos terceras partes formadas por trabajadores agrícolas que eran jornaleros sin tierra (Taibo II, ob.cit; p. 351). El Che insistió en la necesidad de incrementar la industrialización, de multiplicar los mercados exteriores y de crear una flota mercante cubana para transportar las mercancías hacia otros destinos ante la inminente contraofensiva de quienes controlaban el comercio e intercambio de Cuba en un 75 %. En ese programa, donde percibimos su deseo de no ver un ejército desvinculado de los intereses del país, el papel más importante debía cumplirlo el Ejército Rebelde, pero expresaba que cada cubano debía estar alerta y ser capaz de defenderse de las agresiones que preveía como algo próximo, aunque, para él, la Revolución cubana era el primer paso hacia la victoria de América.

Además de trabajar en la formación del ejército, inaugurando en La Cabaña una Academia Militar Cultural que impartió cursos de alfabetización a los campesinos guerrilleros, el Che organizó clubes infantiles donde los rebeldes contaban a los niños sus historias de la Sierra. Siempre consciente del poder de la palabra y de su valor performativo, otro hecho en que destaca su preocupación por informar a los pueblos de América es la fundación de la Agencia de Noticias Prensa Latina, con la cual el Che estableció un nuevo modo de hacer periodismo en un continente plagado de noticias sujetas a la voluntad de los gobernantes y al servicio de los intereses del capital financiero. En este proyecto colaboraron corresponsales latinoamericanos, destacándose entre ellos los argentinos José Ricardo Masetti, periodista, y los escritores y periodistas Rodolfo Walsh y Gabriel García Márquez. Prensa Latina es hoy un logro de América que le debemos al Che y a Fidel, una forma de liberarnos que tiene aún hoy corresponsalías en cinco continentes. Imprescindible testimonio de sus acciones y sus ideas son, además, los múltiples artículos escritos por El Che para la revista cubana Verde Olivo, creada por él el 10 de abril de 1959, los de Revolución, Nuestra Industria, Lunes de Revolución, Cuba Socialista y Tricontinental, y sus posteriores crónicas de viaje en las que narró sus experiencias en los países visitados a raíz de sus nuevas funciones diplomáticas.

Como jefe de industrialización del Instituto Nacional de la Reforma Agraria que organizaba la actividad de las industrias y talleres, se enfrentó a una tarea en extremo difícil: la del encarar el complejo panorama industrial de la Revolución cubana en sus inicios. Para estar a la altura de los acontecimientos, le pidió al economista Vilaseca que le impartiese clases de matemáticas superiores; así podría comprender aquellas obras clásicas cuyo conocimiento era fundamental para el desarrollo de un país socialista y, sobre todo, tratar de resolver los problemas que aquejaban a la economía y la industria cubanas en aquellos difíciles momentos. Otro aspecto importante de su labor en esa etapa fue la forma en que impulsó la capacitación de todos, orientando a los dirigentes que debían ser ejemplos en el estudio. Abordó además, en sendas ocasiones, el papel de la universidad en el desarrollo económico y social del país y la necesidad ingente de «una escuela de Economía» (Matemáticas y electrónica, p. 8 y 120).

El Che también fue el impulsor del trabajo voluntario. Después de la muerte del Comandante Camilo Cienfuegos hubo de construirse una ciudad escolar en su honor y con su nombre en Manzanillo, gracias a una gran jornada convocada por el Che, en la cual él también participó como lo hizo igualmente en La Habana durante varios domingos al trabajar en la construcción de un complejo escolar. (Taibo II, ob. cit, p. 376.)

Sus ideas económicas.

El guerrillero y reformador social que fue el Che lo fue también en lo económico. En menos de diez años de su presencia en Cuba participó no solo en la realización de determinadas hazañas para la defensa del país, sino también en lo concerniente a la planificación, mantenimiento y aumento de la producción de una economía hasta entonces dominada por monopolios estadounidenses y luego bloqueada por los propios Estados Unidos de América.

En 1959, la deuda pública de Cuba, contraída por la dictadura de Fulgencio Batista, ascendía a 1240 millones de pesos. Como estudioso de las matemáticas y de la economía, El Che intentó buscar soluciones como las del establecimiento de un nuevo Sistema Presupuestario de Financiamiento, y como presidente del Banco nacional de Cuba (26/11/1959) retiró a Cuba del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y del Banco Interamericano de desarrollo, cortando así con los lazos financieros que unían a Cuba con EE.UU y las instituciones capitalistas internacionales. Cuando supo que las reservas de oro y dólares de Cuba se encontraban en Fort Knox (Kentucky) tomó la visionaria decisión −como señaló John Gerassi−[22] de vender y convertir las reservas de oro cubano en otras monedas que fueron transferidas a bancos canadienses o suizos antes de que EE. UU se apoderara de todos los activos de Cuba en territorio estadounidense. En abril de 1960, presidió la comisión que supervisó la creación de un nuevo Banco de Comercio Exterior (BANCEC).

El Che realizó además visitas quincenales a las fábricas para conocer los problemas que obstaculizaban el alza de la productividad, impulsó el control de la calidad, creó los Comités de piezas de repuesto que evitaron la paralización de la industria y, a la vez, promovió el trabajo voluntario. Teorizó sobre las bases materiales del socialismo: la planificación, la economía, las finanzas, la industria y sobre el comercio exterior. Abogó por la integración real entre el trabajo intelectual y el productivo y dictó medidas para eliminar la burocracia («Contra el burocratismo», Cuba Socialista, febrero 1963). 

El ethos heroico del Che se funda además en la credibilidad que le confieren la amplitud de sus conocimientos teóricos en materia económica, su inefable capacidad de análisis para ser útil al desarrollo de un sistema social más justo y su deseo de servir a los desheredados sin hacer concesiones de ninguna índole cuando están en juego los intereses de las mayorías. Es así como en sus Apuntes críticos a la economía política hallamos prueba incontestable de su magisterio moral, del gran calado de sus aportes teóricos sobre el marxismo y el leninismo y de su sorprendente visión de futuro, aptitudes éstas que le permitieron cuestionar no solo al imperialismo y sus bases (propiedad privada, interés propio, libre competencia, intervención limitada del estado...), sino también las nuevas prácticas nacidas de las políticas económicas que estaban construyendo un socialismo con visos capitalistas en la llamada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. 

Un cuarto de siglo antes de que se produjera el derrumbe del socialismo europeo, encontramos, como lo observa el pensador Osvaldo Martínez “una impresionante cantidad de filosas observaciones y críticas sobre el Manual de economía política[23] de la Academia de Ciencias de la URSS, redactado por orden de Stalin  (1954), suerte de Biblia económica que había sustituido a El Capital durante los años 1960 en el conjunto de las repúblicas. El Che se dio a la tarea de escribir estos Apuntes críticos (unas 397 páginas) desde nuestras realidades como “un grito dado desde el subdesarrollo”—, una verdadera economía marxista, sin apología, esquemas ni dogmatismos ajenos, en el contexto de los primeros años de la Revolución cubana y del recrudecimiento constante de las políticas imperialistas. En ellos sentenció:

“Creemos importante la tarea porque la investigación marxista en el campo de la economía está marchando por peligrosos derroteros. Al dogmatismo intransigente de la época de Stalin ha sucedido un pragmatismo inconsistente. Y, lo que es trágico, esto no se refiere sólo a un campo determinado de la ciencia; sucede en todos los aspectos de la vida de los pueblos socialistas, creando perturbaciones ya enormemente dañinas pero cuyos resultados son incalculables". [24]

Y asevera que el inicio del fin del socialismo soviético se puede hallar en la Nueva Política Económica (NEP) adoptada por Lenin. Sobre la llamada «vía no capitalista de desarrollo” presente en dicho manual subraya:

«Habría que investigar dónde Lenin pronunció o escribió esa frase "vía no capitalista"; es ambigua y no creo que lo haya hecho. De todas maneras, si no es capitalista ¿qué es? ¿Hermafrodita? ¿Híbrida? Los hechos han demostrado que puede haber un corto periodo de lucha política antes de definir la vía, pero esta será capitalista o socialista».[25]

Su Sistema Presupuestario de Financiamiento fue concebido como una alternativa al "Cálculo Económico", sistema de dirección y de planificación de la economía entonces vigente en los países del Este europeo y la Unión Soviétiva, de los cuales El Che había identificado las contradicciones, los errores y las paradojas unas décadas antes de la caída del campo socialista. Huelga decir que no se trata aquí de exponer una irreverencia del Che —fruto de su espíritu rebelde— ante la antigua URSS ni los países socialistas, sino de recordar su altura como dirigente, su insondable conocimiento en materia económica y política. Estas aptitudes le permitieron poner en duda aquello que para muchos parecía incuestionable, en momentos en que la ayuda ofrecida por el campo socialista era imprescindible a la supervivencia de una isla sitiada.

Recordar sus apuntes teóricos, sus profundos análisis y advertencias del peligro de construir el socialismo “con las armas melladas del capitalismo” (El socialismo y el hombre en Cuba) sigue teniendo hoy plena actualidad en momentos en que se desconoce la magnitud de las implicaciones que podrán tener para el futuro de Cuba las nuevas formas de producción que se han implementado con el Nuevo Modelo Económico, en un entorno internacional sumamente adverso.

 (Fin de la primera parte)





Imagen de portada del pintor cubano José Luis Fariñas.



Citas:

[1] KOHAN, Néstor, Los estudios desconocidos del Che Guevara. A propósito de sus Cuadernos de lectura de Bolivia. Esta frase responde indirectamente y con signo opuesto al título del libro iconoclasta El hombre unidimensional, del filósofo Herbert Marcuse.


[2] Según testimonio del padre Ernesto Guevara Lynch en Mi hijo el Che, p.268.


[3] Como lo afirma en su entrevista con Eduardo Galeano, 1967, Ed. Taurus, p. 20


[4] Las anotaciones filosóficas de su adolescencia y primera juventud, así como sus reflexiones escritas entre Tanzania, Praga, Cuba y los estudios de obras teóricas que emprende a partir de su llegada a Bolivia, fueron recopilados en el libro Apuntes filosóficos del Che (ARIET GARCIA, María del Carmen, La Habana, Ciencias Sociales, 2013).


[5] ARIET GARCIA, María del Carmen, « Hasta vencer o morir », Revista Moncada, Che. Edición especial, octubre de 1987, p. 19. (pp.16-23)


[6] Notas de viaje, 2005, p. 20.


[7] “Un vistazo a las márgenes del gigante de los ríos”, suplemento dominical Panamá América, 22 de noviembre de 1953.


[8] « Machu-Picchu, enigma de piedra en América », suplemento semanal de la revista panameña Siete, publicado el 12 de diciembre de 1953.


[9] En « Confieso que he vivido », así lo recuerda Pablo Neruda: « Amargo acontecimiento fue el asesinato oficial del Che Guevara en la muy triste Bolivia. El telegrama de su muerte recorrió el mundo como un calofrío sagrado. Millones de elegías trataron de hacer coro a su existencia heroica y trágica. En su memoria se derrocharon, por todas las latitudes, versos no siempre dignos de tal dolor. Recibí un telegrama de Cuba, de un coronel literario, pidiéndome los míos. Hasta ahora no los he escrito. Pienso que tal elegía debe contener, no sólo la inmediata protesta, sino también el eco profundo de la dolorosa historia. Meditaré ese poema hasta que madure en mi cabeza y en mi sangre. Me conmueve que en el diario del Che Guevara sea yo el único poeta citado por el gran jefe guerrillero. Recuerdo que el Che me contó una vez, delante del sargento Retamar, cómo leyó muchas veces mi Canto General a los primeros, humildes y gloriosos barbudos de Sierra Maestra. En su diario transcribe, con relieve de corazonada, un verso de mi "Canto a Bolívar": «su pequeño cadáver de capitán valiente». En Confieso que he vivido, Seix Barral, 1974, p. 312-313.


[10] FERNANDEZ SOFIA, Rosa María, El Che confía en mí. Entrevista a Alberto Granado, La Habana, Editora Abril, 2010, p.28.


[11] Confieso que he vivido ; p. 338-339.


[12] Su amiga Tita Infante le dio a leer Educación y lucha de clases, Humanismo burgués y humanismo proletario y El viento en el mundo. Según el testimonio de Carlos Infante, recogido en Cálida presencia, op.cit. p. 16


[13] Lima, Mayo de 1952, « Carta a su amiga Tita Infante », en Adys Cupull, Froilán González. Santiago de Cuba, Editorial Oriente, 1997, p. 29.


[14] Guevara March A. "El Che y la medicina", [Folleto]. El papel del médico en la Revolución. Jornada Científica de Historia de la Medicina; julio 2003. Instituto Superior de Ciencias Médicas de la Habana. p 3.


[15] Notas de viaje, p. 209.


[16] Alberto Granado, Prólogo de Otra vez, Ernesto Che Guevara, p. 2, Ed. Ocean Sur, 2007.


[17] « Una lágrima hacia ti », Ernesto Che Guevara, Poesía completa.


[18] “Todas estas líneas y las que siguen pueden considerarse como un homenaje del Ejército Rebelde a su gran Capitán, al más grande jefe de guerrillas que dio esta revolución, al revolucionario sin tacha y al amigo fraterno. Camilo fue el compañero de cien batallas […] No sé si Camilo conocía la máxima de Dantón sobre los movimientos revolucionarios, « audacia, audacia y más audacia »; de todas maneras, la practicó con su acción, dándole además el condimento de las otras condiciones necesarias al guerrillero: el análisis preciso y rápido de la situación y la meditación anticipada sobre los problemas a resolver en el futuro […] En su renuevo continuo e inmortal, Camilo es la imagen del pueblo”. (Che en la Revolución Cubana, tomo VII,p. 324)


[19] Discurso pronunciado por Fidel Castro el 18 de octubre de 1867, luego de la muerte del Che.


[20] 29 de enero de 1959.


[21] Che Guevara presente, p. 97


[22] Gerassi, Jhon, (ed.), “Introduction”, en Venceremos! The speeches and Writings of Che Guevara, London, Panther Books, 1969, p. 41

[23] Martínez, Osvaldo, "Apuntes críticos a la economía política de Ernesto Che Guevara, Materiales de la Revista Casa de Las Américas de/sobre Ernesto Che Guevara, La Habana, Fondo Editorial Casa de Las Américas, 2017, p.500. 

[24] Ibid. p. 449.

[25] Ibid, p. 501.

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