La solidaridad entre Cuba y Europa : una historia de herencias y confluencias. Por Patricia Pérez
















Monumento a Fray Antonio Montesinos en la ciudad de Santo Domingo.


Las muestras de fraternidad por Cuba en Europa han sido innumerables desde las lejanas fechas del llamado Descubrimiento hasta el presente y muchos son los hombres y mujeres que la han honrado como patria soberana e independiente, también desde sus primeras luchas contra el coloniaje español. 

Se suele ver a los amigos de Cuba en las plazas o calles de este Viejo Continente, en actividades socioculturales, participando en proyectos de ayuda o llevando sus banderas en manifestaciones políticas organizadas en el espacio público o mediático, y en ellas a nacionalidades tan diversas como momentos difíciles ha vivido la isla caribeña a lo largo de su historia. Esa presencia se ha hecho extensible y se fortalece hoy en el terreno de guerra que son las redes sociodigitales, ante al creciente acoso que sufre el país por causa del bloqueo impuesto por EE.UU. 

Como cubana que recorre estas tierras con su lengua, sus héroes y su cultura a cuestas desde hace más de dos décadas y por las experiencias vividas como integrante de organizaciones de solidaridad con Cuba, puedo dar fe del largo y a veces tortuoso camino transitado en dirección del pueblo de José Martí y de Fidel en Europa. Cuando en diciembre de 1511 el misionero y fraile español Antonio de Montesinos realizó su valiente sermón en Santo Domingo, desde la caridad del corazón y de la justicia sentó las bases para un mayor reconocimiento de los derechos de los pueblos de América y pagó con su vida la denuncia de la esclavitud de los indígenas y las atrocidades cometidas en nombre de la colonización. (1)

Sin detenerme hoy en la carga de violencia que acarreó este periodo común a la historia de ambos continentes, pondero la relación ética que nos une a Europa, a su humanismo y su ejemplo, a nombres como el de Fray Bartolomé de Las Casas o Michel de Montaige, opositor al saqueo de lo que llamaron el Nuevo Mundo, a la par de Montesquieu, quien como Voltaire fue un antiesclavista militante y denunció la brutalidad de los europeos con los indios, el racismo que justificaba la trata de negros y la impiedad de quienes se hacían llamar cristianos.

En este suelo vivió y estudió ese gran humanista que fue José Martí. Aquí añoró su patria y padeció por ella. Desde sus experiencias de exiliado extrajo parte de las enseñanzas que lo llevaron a afianzar su convicción de la necesaria independencia de Cuba, que nada debía esperar de la metrópoli española porque « sobre cimientos de cadáveres recientes y de ruinas humeantes no se levantan edificios de cordialidad y de paz ». (La República Española ante la revolución cubana, 15 de febrero de 1873). Las tempranas lecturas de la obra de Víctor Hugo, realizadas de la mano de su maestro Rafael María de Mendive, acercaron al joven Martí a la ética del escritor y poeta francés, a su apego por los pobres de la tierra, a su constante vigilia ante los reclamos de la Humanidad.  Sabemos que el escritor más admirado y universal de Francia ofreció su apoyo a los independentistas cubanos desde la primera contienda, declarando a las mujeres de Cuba que :  « La conciencia es la columna vertebral del alma. Mientras la conciencia sea recta, el alma está en pie. Yo no tengo más que esa fuerza pero me es suficiente […] Ninguna nación tiene derecho a poner sus garras sobre otra ». (2)

Detalle del facsímil de la carta de Víctor Hugo a las mujeres cubanas
("Aux femmes de Cuba", 1870)

Ese anhelo de justicia por Cuba en una de los primeras acciones solidarias dirigidas a apoyar la guerra de independencia contra España, se hizo cuerpo años más tarde en las acciones del Comité Francés de Cuba Libre (que existió apenas un año, de 1896 a 1897), en la valentía de algunos excomuneros como Charles Peisó en la Toma de las Tunas, en el trabajo de periodistas, de anarquistas y socialistas galos durante la última guerra de independencia (1895-1898) que cuajó igualmente en italianos y en polacos como Carlos Roloff e incluso en españoles peninsulares que se unieron al ejército libertador cubano, como también lo hizo desde América del Norte un joven estadounidense llamado Henry Reeve. James O’Kelly, un irlandés nacionalista que a principios de la década del 1870 reportaba sobre la guerra de Cuba para el New York Herald, arriesgó también la vida en su afán de revelar al mundo lo que sucedía en los campos cubanos. Más tarde, dejó sus crónicas plasmadas en La tierra del mambí, obra publicada en Cuba en 1930 con una extensa introducción biográfica que corrió a cargo del gran Fernando Ortiz. 

No es posible olvidar a quienes durante el siglo XX, antes y después del triunfo de la Revolución cubana de 1959, alzaron también su voz y expusieron su vida por Cuba, como el partisano Gino Doné en la expedición del Granma, ni a los solidarios que participaron en brigadas de ayuda o crearon asociaciones de solidaridad en Europa. Muchas de ellas aun existen y celebran sus seis décadas de existencia como Francia Cuba o la Asociacion de amistad Italia Cuba. Intelectuales, científicos, obreros, sindicalistas, gente de bien que defienden y apoyan con total desinterés desde esta tierra y sin reparo a nuestra patria cubana. Para ellos, va nuestra infinita gratitud. Sus voluntades, su conciencia, su espíritu justiciero difieren sobremanera de las políticas de genocidio y despojo que los poderes europeos han impuesto durante siglos al mundo.

De igual modo, muchos cubanos arriesgaron sus vidas en los campos de la antigua metrópolis española, luchando por la Segunda República y en contra del fascismo.  Fueron mayoría en las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil Española.  Más recientemente, cuando la muerte parecía imponerse con la pandemia de COVID-19, las brigadas médicas cubanas salvaron vidas en Italia y en Andorra desinteresadamente, como año tras año lo han hecho en los cinco continentes desde el triunfo revolucionario de 1959. 

De estos y otros modelos de integridad, de solidaridad transcultural, de reconocimiento de la alteridad y de justicia universal se ha nutrido nuestra historia común. Cuba no sería Cuba sin ellos, sin su relación amistosa y poética con los ideales de independencia, sin su deseo de adherir a nuestra causa. Esa es la savia de la que nos nutrimos ; de esos paradigmas de generosidad y altruismo venimos.

Las bases políticas de la solidaridad

Pero, ¿qué es la solidaridad, sino una acción, más que una definición ? Volviendo a la raíz latina del término (soliditas) que expresa “solidez, realidad homogénea de algo físicamente entero, unido, compacto”, su núcleo de sentido metafórico nos recuerda la obligación martiana de hacer causa común con los oprimidos o su exhortación a los hombres y mujeres de América a andar juntos "como la plata en las raíces de los Andes". (« Nuestra América », enero de 1891). He ahí la solidez a la que aspiramos. Ese es nuestro concepto de unidad al pensar y obrar por Cuba: un espacio donde confluyen cubanos y no cubanos defendiéndola codo a codo en todas las partes del mundo. 

La solidaridad es complementaria a la justicia, por tanto, no puede prescindir de ella. Cuando los poderosos y sus aliados actúan con paternalismo en dirección de los más débiles, no cambian las estructuras sociopolíticas que originan las desigualdades de los menos favorecidos. Es como ser vendedor de látigos y ponerle cínicamente luego compresas a las heridas del esclavo. No puede existir solidaridad si falta la ética y escasean los valores. Por lo tanto, no podemos ser amistosos con Cuba si no aceptamos como una realidad lo que se ha construido a lo largo de seis décadas de Revolución, por voluntad del pueblo. Ser solidarios con ella excluye cualquier complicidad con los verdugos que la agobian y con sus políticas genocidas.  La entrega de sí para el otro que es la solidaridad solo es posible si se da en igualdad de condiciones. Y ese terreno desde la alteridad y para ella se gana también con voluntad de organización, fomentando una cultura de la solidaridad, con solidez política. 

Creemos hoy que todo acto en dirección de la mayor de las Antillas exige responsabilidad y toma de partido para llevar a la práctica acciones conjuntas, combatiendo desde varios frentes la causa que origina sus males : el imperialismo. La lucha contra el bloqueo económico comercial y financiero reforzado por 243 medidas suplementarias aplicadas por la administración Trump, la eliminación definitiva de Cuba de la lista de supuestos patrocinadores del terrorismo, solo serán victoriosas cuando un coro de voces sepa cantar internacionalmente al unísono y con el mismo deseo humanista, sin vacilaciones ni reparos ideológicos, exigiendo a  los victimarios una respuesta ante tan prolongado genocidio. 

Los solidarios con Cuba hemos de andar "en cuadro apretado", anteponiendo los intereses de la patria cubana y de la Humanidad a los nuestros, apartando las veleidades, la vanidad y el oportunismo y fomentando la amistad, el desempeño común y el compañerismo. 

Prepararnos ante los planes enemigos contra Cuba

La solidaridad en y desde Europa se ve impactada por problemas de diversa índole.  Por una parte, por posiciones serviles a los adversarios de Cuba, que van desde acciones violentas pagadas por los fondos de la política imperial hasta la desfachatez de exigir el refuerzo del bloqueo o el ataque incluso judicial a otros solidarios, solicitándoles multas y años de cárcel solo por defender a Cuba. Sin embargo, pocos acusan a los culpables de la verdadera ilegalidad que es el bloqueo  a Cuba. Para eso y mucho más encuentran apoyo en hordas canallescas y multiformes que cada día desplazan más el centro neurálgico de la contrarrevolución miamense hacia la vieja Europa. 

Otros se afanan en desideologizar una lucha eminentemente política, imponiendo sus métodos y fines poco ortodoxos con un arsenal mediático bien estudiado y pretensiones que podemos descifrar en su léxico huero, en su actuar intimidatorio y en falsos liderazgos que generan desaliento e intentan desmovilizar a los verdaderos solidarios. La patria no es fuero de nadie, pero su independencia no es soluble en fórmulas de prestidigitadores. Aquí no se libra una batalla entre solidaridad y argumentos de plastilina de mercachifles a la moda. Se trata de luchar con convicción por la vida, por la paz, por el derecho de un pueblo a vivir que no lo pide de favor ni de rodillas, sino con convicción, con su intransigencia, la misma que comenzó desde octubre de 1868, con las armas del heroísmo y la virtud ganada a fuerza de sacrificios, de siglos de lucha, de victorias morales como en Punta del Este, políticas y militares como las de playa Girón o contra el Apartheid, o con triunfos científicos y siendo ejemplo de tierra solidaria que no va por el mundo atacando pueblos con bombas, sino brindando ayuda, paz y amor verdadero, siempre a contrapelo de los desmanes apocalípticos del imperio brutal que la ataca y la desdeña. 

Desaprobamos además como cubanos solidarios las mascaradas de quienes buscando copiar métodos heredados de las "democracias" europeas pretenden exigirle también a Cuba desde aquí derechos de voto, sin sopesar consecuencias. Huelga decir que hay errores cuya magnitud en patria sitiada podrían ser un error, como afirmó Martí, también para la Humanidad moderna.

La existencia de un comité de solidaridad europeo de vanguardia, que en su composición respete el equilibrio entre cubanos residentes defensores de Cuba y europeos solidarios, es más que un anhelo, una imperiosa necesidad. Solo podría ser posible si sus miembros son seleccionados democráticamente en función de sus acciones y virtudes en el seno de las asociaciones solidarias existentes en los 27 países (y en Reino Unido), donde no escasean los cubanos celosos de la salvaguarda de su independencia. Es algo por lo cual debemos trabajar.

Es propio de la solidaridad querer aliviar las consecuencias del bloqueo, como bien se ha hecho, y cuánto se agradece. Pero debemos ir a sus causas, informar a quienes ignoran sus mecanismos, potenciarnos como fuerza para cambiar las estructuras que sostienen esa perenne injusticia y que le permiten actuar con total impunidad, incluso en este continente, donde nos alcanza a todos su extraterritorialidad. 

La solidaridad, como la revolución no se hace, “sino que se organiza”. Ese es hoy nuestro principal reto: llevar adelante eventos, charlas y audiochats, aumentar las vías para la formación política de las nuevas generaciones, instruirnos, prepararnos para enfrentar la feroz guerra mediática, estudiar la realidad y el contexto político que nos rodea, interrogar y dialogar con los pensadores del pasado de ambos continentes, despertar a Lenin, a Marx, a Gramsci tan injusta y voluntariamente relegados por las élites que prefieren eludirlos, ocultarlos a quienes sufren los mismos males de ayer por parte de las oligarquías. Volver sin cesar al pensamiento universal y a esa mina sin acabamiento que es la obra de José Martí, de Julio Antonio Mella, de Rubén Martínez Villena, de Pablo de la Torriente Brau, del Che, de Fidel. No desconocer las trampas que las redes sociodigitales tejen en dirección de nuestra condición de solidarios, con engañosos algoritmos, a la par que los medios de desinformación masiva. Muy por el contrario, debemos manejar con destreza esos canales y redes en nuestro beneficio y hacer uso de ellos para afianzar nuestros intereses.

Quisiera concluir recordando algunos principios vertebrales del pensamiento y la acción de todo revolucionario y solidario de América y del mundo. 

« No se puede posar a la izquierda y ayudar a la derecha ». 

« No hay teoría revolucionaria sin práctica revolucionaria y viceversa ». 

                                                                                                                         Lenin.

"Y si todos fuéramos capaces de unirnos, para que nuestros golpes fueran más sólidos y certeros, para que la ayuda de todo tipo a los pueblos en lucha fuera aún más efectiva, ¡qué grande sería el futuro, y qué cercano!"

                                                                                                                         Che.

(1) «Todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? […]». Las Casas, Historia de Las Indias, libro segundo, capítulo 4.

(2) Traducimos. « Aux femmes de Cuba », Victor Hugo, Hauteville-House le 15 janvier 1870, en  Les lettres de Victor Hugo à Cuba, en "Une erreur dans les œuvres complètes ?", de Ana María Reyes Sánchez (https://cubacoop.org/IMG/pdf/Lettreshugo.pdf)


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