—¿Cómo evalúa el comportamiento del presidente estadounidense Joe Biden en relación con Cuba?
—Sobre su comportamiento en general, habría que preguntarle al electorado estadounidense y, según varias encuestas y las elecciones parciales celebradas el 2 de noviembre, parece que la evaluación no es buena. Eso es válido para el caso
nuestro. El presidente Biden prometió, no a Cuba, sino a sus electores, que corregiría la política anticubana de Donald Trump, la que él mismo criticó en la campaña. Ya se sabe que incumple esa promesa, que su política es la misma de Trump y que la única diferencia es que el anterior presidente hizo lo que prometió que iba a hacer.— ¿A qué se debe que el presidente estadounidense haya manifestado durante su campaña para llegar a la Casa Blanca que revisaría las medidas tomadas por Trump contra la Isla y después, lejos de eliminar algunas, lo que ha hecho es aumentarlas? ¿Está atado a los elementos de derecha cubanoamericana o a otras fuerzas más poderosas?
—Es algo difícil de responder. La mayoría de los observadores interpretaron que sus promesas electorales descansaban en su activa participación en el gobierno de Obama, en la impopularidad de las medidas anticubanas de Trump entre los políticos demócratas, en las posturas expuestas por muchos de los que han pasado a ocupar posiciones importantes en el gobierno de Biden, en el reconocimiento por parte de muchos de ellos de que las acciones de Trump se basaban en falsedades y sus consecuencias constituyen un injusto castigo contra el pueblo cubano.
«Parece que casi todos estos observadores se equivocaron. Se alega que influyen en este escenario las prioridades electorales asociadas al estado de Florida. Esto no debe sorprender, conociendo la naturaleza corrupta del sistema político y electoral de Estados Unidos».
—Donald Trump impuso por decreto la mayoría de las 243 medidas contra Cuba. ¿Biden podría hacer lo mismo para eliminarlas?
—Trump fue actuando a medida que los sectores anticubanos le imponían demandas y que se iba haciendo evidente que Cuba no se doblega con amenazas, ni con medidas coercitivas, por muy extremas y abusivas que estas sean. Se trató siempre de actos presidenciales, todos dirigidos contra sectores claves de la economía y las fuentes legítimas de ingresos del país. Contrario a lo que se cree, el presidente de Estados Unidos retiene una gran capacidad de actuación, tanto en política interna como exterior. Biden, si lo deseara, puede hacer uso de esas prerrogativas.
— ¿Qué beneficios reales tendría para ambos países un mayor incremento de las relaciones? ¿En cuáles campos se podría colaborar para bien no solo de las dos naciones, sino también para el resto de la región?
—La analogía entre los dos países no es una forma correcta de analizar el tema, pues Cuba es la víctima de un conjunto extremo y abrumador de medidas económicas coercitivas con impacto severo sobre la vida del país, las potencialidades de desarrollo y el bienestar de la población. Estados Unidos constituye el país agresor, totalmente libre de medida hostil o coercitiva alguna por parte de Cuba. Es necesario tomar en cuenta esa realidad para evaluar los beneficios mutuos o respectivos.
Las ventajas económicas para Cuba resultan evidentes, si se comprende que el bloqueo económico es el obstáculo fundamental para el desarrollo y la prosperidad de la nación. Para Estados Unidos están los beneficios políticos y morales de poder abandonar una política rechazada por la comunidad internacional, que es claramente cruel y abusiva, y que le provoca aislamiento.
«Además, el presupuesto federal de Estados Unidos se ahorraría cientos de millones de dólares que se dedican a la hostilidad contra nuestra nación.
«Pero para ambos países está la ventaja de poder cooperar e intercambiar en temas bilaterales que son de relevancia, algunos de ellos asociados a la seguridad nacional, a la salud, al medio ambiente que compartimos. Y para los cubanos que viven a ambos lados del estrecho de la Florida, está el beneficio de los vínculos bilaterales, la conexión entre familias y amistades, los lazos de carácter afectivo».
— ¿Cómo considera las campañas internacionales, de los movimientos sociales y de los cubanos residentes en el exterior para poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero contra la Isla?
—Es una contribución muy valiosa, con un peso moral muy importante.
— ¿Ve alguna disposición de cambio a corto o mediano plazo de esas posiciones de Washington en relación con La Habana?
—No es posible ignorar que el gobierno de Trump y posteriormente el de Biden identificaron la COVID-19 como aliada en la agresividad contra Cuba. Apostaron a que la pandemia sería capaz de contribuir a las presiones que sufre el país como resultado del bloqueo económico y que se materializa en depresión de los servicios públicos, escasez de bienes de consumo y alimentos, interrupción del fluido eléctrico, problemas con el transporte y dificultades hasta para garantizar los medicamentos.
«Ahora Estados Unidos apuesta a movilizar una provocación social en nuestro país, con la aspiración de recoger imágenes y escenas que le sirvan para generar una matriz de opinión negativa con respecto a Cuba, para lo que se auxilia de su poder monopólico sobre los medios de comunicación y las redes digitales. Consideran que no hace falta siquiera que suceda algo, sino elementos suficientes para crear una realidad virtual que se asuma como cierta.
«Hasta el momento no hay indicios de cambio en esa actitud, aunque resulte en un fracaso. Lo que queda claro es que nuestra perspectiva como nación no puede descansar en esa justa aspiración a una relación respetuosa y civilizada con Estados Unidos.
Seguiremos, entretanto, sosteniendo y promoviendo los intercambios productivos y amistosos con sectores diversos de ese país, en la medida en que el Gobierno estadounidense no logre prohibirlos u obstaculizarlos».
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