FIDEL, Nuestro eterno COMANDANTE.

Muchos y muy gratos recuerdos guardo de mi infancia de ese hombre llamado Fidel Castro, en casa se hablaba mucho de él, con mucho respeto, con mucho amor, con mucha emoción.

Mis primeros recuerdos fueron en mi escuela, me graduaba de Sexto Grado, tenía apenas 10 años, aunque no tengo facilidad artística alguna, me dieron una hermosa tarea, hacíamos una dramatización artística de "la matanza de la Escuela Santa María de Iquique", cometida en Chile…constituyó para mí un gran reto, me debí sobreponer al "miedo escénico", pues Fidel fue a mi escuela, fue a vernos, ¡fue a ver nuestra actuación…mi suerte estaba echada!

Fue un gran impacto ver a aquel hombre de quien se hablaba tanto en casa, apenas le llegaba a la cintura, muy alto, vestido de verde olivo, un hermoso contraste su barba en aquella piel de manzana.

Ya muy cercano mis 11 años fue grande mi emoción al escuchar aquella contundente exclamación: … "¡Y cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla!, en el sepelio de las víctimas del crimen del avión de Cubana de Aviación en Barbados.

Fue por estos momentos en que comencé a sentir un gran amor hacia Fidel, donde quiera que estuviera quería verlo, oírlo, sentirlo, jamás me imaginé que mi mundo estaría cerca de Fidel.

Durante mi vida estudiantil siempre creí en su obra, en lo que dijera que, "la Revolución no era obra de un día ni de un año, sino una obra para siempre en lo adelante".

Su vínculo con el pueblo, sus enseñanzas constantes, su autoridad moral, su brillante verbo, sin lugar a dudas ha dejado marcado a nuestro pueblo y a millones de personas en todo el mundo.

Fidel estaba en todos los lugares, donde menos te lo imaginabas, allí estaba.  En el año 1992, crítico y triste "período especial", cuando atravesamos la crisis por el derrumbe del campo socialista, me fui a la agricultura, muchas veces escuché un grito a cualquier hora del día o la noche: "¡Caballeroooo, ahí viene Fidel !…", aquel grito retumbaba en el campamento agrícola llamado "Sonrisas de la Victoria", situado al sur de La Habana, donde hacíamos de ese crítico y triste período, muchas sonrisas llenas de Victorias por la presencia de aquel hombre vestido de verde olivo, compartimos el mismo surco de cultivo de zanahorias, de "plátanos microjet", y hasta en la misma mesa una crema de zanahorias, que mucho le gustaba.

Luego en mi vida laboral volví a verlo, a escucharlo, a sentirlo, como un padre que habla con sus hijos, con voz pausada, serena, firme y sobre todo muy dulce, me preguntaba por teléfono, con inquietud y mucho interés por asuntos de trabajo de ese momento, te escuchaba, conversaba, preguntaba, hasta lo más insignificante podía ser de su interés.

 

Ese fue nuestro Fidel, ese es mi Fidel, sin dudas, un extraordinario ser humano.

 

Un verdadero ejemplo a seguir, una motivación a la continuidad de su profunda obra. 

 

(Escrito por una lectora de Europa por Cuba).

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