Palabras del Viceministro Carlos Fernández de Cossío en el Congreso sobre el Nuevo Orden Internacional.

La Habana, 29 de abril de 2024

Estimados miembros de la Presidencia,

Compañeros y amigos,

La adopción en mayo el 1974 de la Declaración y el Programa de Acción para el establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional, marcó uno de los intentos más trascendentales de los países en desarrollo en función de proseguir la batalla por la descolonización.

Se trató de decisiones intergubernamentales, aprobadas por la Asamblea General de las Naciones Unidas a iniciativa y con el empuje del Grupo de los 77 y el Movimiento de Países No Alineados.

Con ellas, los países en desarrollo se propusieron comprometer a la comunidad internacional y en especial a los países capitalistas desarrollados, con principios, normas y acciones concretas en función de modificar el régimen de relaciones económicas internacionales, que se diagnosticaba ya como injusto, inoperante e insostenible.

Era un empeño justo y legítimo por empezar a romper las cadenas impuestas por cuatro siglos de colonialismo y neocolonialismo.

Fue sin lugar a dudas un resultado ambicioso e integral, cuando se valora entre las decisiones que las Naciones Unidas han adoptado a lo largo de su rica historia.

Es cierto que se caracterizaba por un enfoque reformista, no un compromiso revolucionario y raigalmente transformador. Pero el sentido anticolonialista y antimperialista de lo que se proponía era inocultable.

Una de sus virtudes era el papel central que asignaba a las Naciones Unidas en la implementación de lo dispuesto.

Los países capitalistas desarrollados sabotearon al Nuevo Orden Económico Internacional desde su nacimiento.

Bajo el liderazgo fundamental de Estados Unidos, impidieron consistentemente llegar a las decisiones necesarias para su implementación, limitaron la asignación de los recursos financieros requeridos y mutilaron la capacidad de acción de la ONU.

Desde mediados de la década de los 80 y, posteriormente, con la euforia y la desorientación que provocó el colapso del socialismo en Europa, las corrientes y políticas neoliberales lograron imponerse con dogmatismo mesiánico.

Se erosionaron así la autoridad del Nuevo Orden Económico Internacional y la conciencia conceptual e ideológica requerida para su implementación. Se erosionó también la unidad de los países en desarrollo, tan crucial para lograr la efectiva materialización de este esfuerzo emancipador.

Hoy enfrentamos, tal vez con mayor comprensión, el desafío sobre la urgente necesidad de modificar las reglas y estructuras, de naturaleza injusta e inoperante, que rigen la economía mundial, que perpetúan y han agravado las condiciones de subordinación, dependencia y subdesarrollo para la mayoría de los países del llamado Sur y sus respectivos pueblos, con sus secuelas de pobreza, explotación, exclusión y miseria generalizada.

Son reglas que amenazan la paz y los derechos que merecen los seres humanos, y que durante mucho tiempo ya han negado y aun niegan la paz verdadera y los derechos más elementales para cientos de millones de personas de los países del Sur.

Niegan, además, las perspectivas de supervivencia ambiental del planeta Tierra.

Es hora de examinar aquellas decisiones tan extraordinarias y trascendentales de 1974 y hacerlo con sentido crítico, ayudados por las enseñanzas de estas cinco décadas trascurridas.

Un Congreso como este que hoy se inaugura nos brinda la oportunidad de hacerlo, con el concurso de una selección tan destacada de asistentes procedentes de diversas partes del mundo. Para Cuba. es un honor acoger tan importante debate y es un privilegio tener la oportunidad, en nuestro territorio, de escucharlos a todos: cubanos y participantes de otras tierras.

Nuestro gobierno agradece profundamente a la Internacional Progresista, en especial a su directiva, por la convocatoria.

Para Cuba, esta batalla no ha estado guiada únicamente por la defensa de los derechos económicos de los países que integran el llamado Sur. También la ha guiado la lucha por la dignidad de nuestros pueblos y nuestro derecho a ser tratados como iguales, convencidos de que un mundo mejor es posible.

En el año 2023, Cuba tuvo la honrosa responsabilidad de presidir al Grupo de los 77 y China. Esa tarea nos comprometió a trabajar sin descanso por aunar las voluntades de tan diversa agrupación y representar con la mayor fuerza posible los intereses de los gobiernos de los países comúnmente llamados en desarrollo y sus respectivos pueblos.

Nos mostró con nítida crudeza la resistencia de los países desarrollados a modificar las reglas internacionales que garantizan su condición de privilegio en el disfrute de la riqueza que se produce en este mundo, y que perpetúan para los países subdesarrollados la condición subalterna y dependiente a la que se les ha condenado a lo largo de la historia.

Nos mostró también las carencias que tiene el Grupo de los 77 y China, y que sufre todo el que se proponga modificar el orden económico internacional, en cuanto a soporte conceptual e intelectual para enfrentar una batalla tan difícil y urgente.

Las labores de estos dos días de congreso pueden a ayudar a superar esas carencias, sobre todo si motivan un compromiso por profundizar y expandir el debate en diversos escenarios y con la mayor regularidad posible.

Ayudarían aún más si, con el concurso de los aquí reunidos y de muchos otros en este mundo interrelacionado, somos capaces de producir y publicar análisis, argumentos, propuestas y planes de acción tan ambiciosos como los hace 50 años nos trazó el Nuevo Orden Económico Internacional.

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