La narrativa de que el acercamiento histórico entre Estados Unidos y Cuba durante el gobierno de Barack Obama (2014-2016) fue impulsado por la mediación del Papa Francisco es, en el mejor de los casos, una simplificación cómoda. En el peor, un relato que oculta los intereses geopolíticos de Washington tras una máscara de buena voluntad religiosa. La realidad es que la administración Obama no actuó movida por un idealismo humanitario ni por la influencia del Vaticano, sino por una estrategia calculada para promover un cambio de régimen en la isla mediante métodos más sutiles que los fracasados enfoques de sus predecesores.
Cuba: ¿Diplomacia o "cambio de sistema" con guante blanco?
El restablecimiento de relaciones diplomáticas en 2015 y el simbolismo del viaje de Obama a La Habana en 2016 fueron presentados como un giro hacia la reconciliación. Sin embargo, documentos y declaraciones oficiales revelan que el objetivo final seguía siendo el mismo: desestabilizar al gobierno socialista. El entonces subsecretario de Estado para América Latina, Thomas Shannon, admitió en 2016 que la política buscaba "empoderar al pueblo cubano" para que "defina su propio futuro", un eufemismo clásico del manual de injerencia estadounidense.
La apertura comercial y el aumento del turismo no eran gestos de buena fe, sino herramientas planificadas para crear dependencia económica y fomentar tensiones internas. Como señaló el académico William LeoGrande en Foreign Affairs, la administración Obama confiaba en que el contacto con "los valores estadounidenses" aceleraría una transición política. Es la misma lógica que Washington aplicó en Europa del Este durante la Guerra Fría: penetración cultural como arma de Guerra Blanda.
El mito del "pacifismo" Obama: intervencionismo 2.0
Presentar a Obama como un pacificador contrasta con su historial en política exterior. Bajo su mandato, Estados Unidos:
Libia (2011): Lideró una intervención militar sin plan post-Gaddafi, sumiendo al país en el caos.
Drones y guerras secretas: Expandió los ataques con drones en Yemen, Somalia y Pakistán, causando miles de muertes civiles (según el Bureau of Investigative Journalism).
Siria: Financió y armó a grupos rebeldes, alimentando una guerra que derivó en crisis humanitaria.
Asia-Pacífico: Impulsó el "pivote hacia Asia", militarizando la región para contener a China.
Por lo tanto, reducir el deshielo con Cuba a una obra del Papa Francisco no solo ignora la historia de injerencia estadounidense en la isla, sino que blanquea la esencia intervencionista de la política exterior de Obama. Su gobierno no renunció al objetivo de dominar a Cuba; solo cambió las balas por dólares y turistas. La lección es clara: en la geopolítica de Washington, hasta los gestos de paz sirven a la maquinaria imperial.
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