"La historia ocurre dos veces: la primera como tragedia, la segunda como farsa".


Publicaciones Karlito Marx. - Circula por estos días un material donde aparece un diputado a la Asamblea Nacional que refiere el periodo anterior al 59 y la propiedad privada como opciones para sortear la profunda crisis económica del país, como si el capitalismo, no tuviera alguna responsabilidad con los graves problemas de hoy y de antes, no solo en Cuba, sino en el mundo en general

Marcado por la manera particular con que iniciamos nuestras luchas por la independencia nacional —aboliendo la esclavitud—, el socialismo en la Isla no es concebido como un sistema congelado en el tiempo o al margen de las justas aspiraciones del pueblo cubano a lo largo de su historia. 

Nuestro socialismo hunde raíces en lo más profundo del pensamiento emancipador y humanista de nuestros próceres, desde Yara, a través de la Guerra Necesaria en el 95 y en el triunfo final en el 59.

El socialismo constituye, para los cubanos, la reafirmación de la soberanía nacional y la justicia social. Por tal motivo, a la agresión capitalista por más de seis décadas no se le antepone un discurso que exalte la propiedad privada o el pasado —menos aún desde un “diagnóstico” solamente material—, adjudicándole, a la vez, al sector estatal defectos y responsabilidad con la escasez, la inflación y, para rematar, proponiéndose como cura el propio veneno histórico: el capital. 

Defender el socialismo implica comprenderlo no como un dogma, sino como un proceso vivo y en construcción, con sus contradicciones y errores que se rectifican sin capitular.

La premisa fundamental, a menudo obviada, es que para Cuba el socialismo no es una opción económica entre otras, sino condición de su existencia misma como nación soberana. Un retroceso al capitalismo, como desean algunos “salvadores”, solo sería posible a condición de que volvamos a la neocolonia, y, con ello, nos condenemos no solo a la desigualdad material más brutal, sino a un panorama peor —sin capacidad política, dividido a ultranza—, y, también, a la pérdida de la identidad y de "ese sol del mundo moral" que nos sostiene.  

El bloqueo económico, financiero y comercial, recrudecido de manera criminal hoy, no es simplemente un contexto subyacente: es, por una parte, una guerra diseñada para estrangular la economía y generar un malestar que dé lugar a disturbios sociales y, por otra, se trata de un arma sutil que busca nuestra rendición por medio de la negociación. 

En este escenario, clamar por el capitalismo es como invitar al suicidio para liquidar el mal. Nuestro sistema social, con todos sus defectos, ha sido el escudo frente a esta ofensiva.

Ahora bien, defender el socialismo no significa ocultar nuestros errores ni obviar la necesidad de cambiar lo que debe ser cambiado. La introducción de la propiedad privada desde el  2019 y el desarrollo de las MiPymes son respuestas a esta emergencia y un reconocimiento de que el Estado no puede gestionarlo todo. Sin embargo, aquí reside el núcleo de la contradicción y el punto donde la defensa del socialismo debe ser más lúcida: estos mecanismos de mercado no pueden ser interpretados o aplicados con miras a trazar un camino al capitalismo, sino como herramientas tácticas subordinadas a una estrategia socialista. 

De lo contrario, se cae en la trampa insalvable de pretender "desarrollar la economía con métodos capitalistas y controlar sus efectos negativos con políticas sociales y administrativas". La lógica del lucro individual, una vez liberada, tiende a corroer la solidaridad, profundizar la desigualdad y convertir la propiedad en un fin en sí misma, en lugar de un medio para alcanzar el bien común.

Por ello, la auténtica defensa del socialismo, en este momento crucial, no puede ser conservadora. Exige una renovación revolucionaria del propio proyecto. 

La consigna no es "más mercado", sino "más socialismo",  basado este en la democracia popular y no burguesa, con más  participación popular efectiva y poder real. 

El debate que se reclama versa, precisamente, sobre cómo construir ese socialismo sostenible que nos quieren hacer abortar. ¿Cómo transformar la empresa estatal para que no sea apéndice y sí una unidad productiva eficiente, gestionada en virtud de los intereses de sus trabajadores y no a merced de las leyes ciegas del mercado? ¿Cómo regular la propiedad privada emergente —necesaria en algunos sectores— para que cumpla su papel complementario sin dar paso a la explotación laboral, la concentración de riqueza o la formación de una burguesía con ambiciones políticas? ¿Cómo revitalizar los sindicatos para que defiendan genuinamente a los trabajadores tanto en el sector estatal como en el privado? 

Estas preguntas no se responden con manuales, sino con la práctica creativa de un pueblo que ha demostrado una y otra vez capacidad de resistencia.

El socialismo que Cuba defiende es el de Fidel, el que sintetiza el pensamiento martiano con la doctrina marxista, sin excluir; aquel que ofrece un horizonte de emancipación humana cada vez más distante de los caprichos del capital. Es el que garantiza la educación y la salud universales y gratuitas como pilares irrenunciables, no a la manera de servicios residuales de un Estado minimizado, sino de uno fortalecido como garantía para defendernos. Es el que prioriza la dignidad sobre el consumo material desenfrenado, la cooperación ante la competencia depredadora, y el destino colectivo, y de la nación, frente al éxito individual y privado a cualquier costo. 

Renunciar a este horizonte, por complejo y difícil que sea el camino, es renunciar a lo que distingue a la Revolución cubana y su carácter socialista: la convicción profunda de que un mundo diferente, más justo y solidario, no solo es necesario, sino posible. 

Hoy, la verdadera batalla ideológica no es entre el estancamiento y el mercado, sino entre la rendición al capitalismo y la valentía de reinventar y luchar, con honestidad y con el pueblo. Ese es el debate que la Asamblea Nacional y cada cubana y cubano estamos llamados a realizar, no para claudicar, sino para salvar la esencia de lo logrado y convertir el sacrificio en el cimiento de un futuro verdaderamente soberano y digno: socialista, para que, aún muerto mañana, podamos levantar los brazos y defender la patria todavía.  

Viva Cuba Socialista!!!

Viva el Partido Comunista de Cuba!!

Vivan Fidel, Raúl y Díaz-Canel!!

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