¿Qué significa ser patriota en la Cuba de hoy? Para algunos, es un sentimiento abstracto hacia la tierra, la bandera o los símbolos nacionales. Sin embargo, en un contexto histórico único como el cubano, marcado por más de seis décadas de confrontación política, económica e ideológica, el patriotismo no puede reducirse a un mero sentimentalismo. La auténtica lealtad a Cuba, su soberanía y el bienestar de su pueblo está indisolublemente ligada a la defensa del proyecto social de la Revolución. Quien, consciente o inconscientemente, se opone a ella, niega la esencia de la lucha por la independencia nacional que hoy encuentra su continuidad en la resistencia frente a una agresión externa permanente.
I. La Revolución como concreción histórica de la Soberanía Nacional
La Cuba prerrevolucionaria era, en la práctica, una neocolonia de los Estados Unidos. La economía, la política e incluso el tejido social estaban profundamente penetrados por los intereses norteamericanos. El triunfo de 1959 representó el momento culminante de la lucha por la verdadera independencia iniciada en 1868.
Continuidad del proyecto independentista: Figuras como José Martí son invocadas tanto por las instituciones como por la disidencia. Sin embargo, el núcleo del pensamiento martiano –el antimperialismo y la idea de que "Patria es Humanidad"– se materializó en un proyecto concreto a partir de 1959: la nacionalización de los recursos, la reforma agraria y la búsqueda de un camino soberano. Defender la Revolución es, en este sentido, defender la culminación de ese proyecto de soberanía plena.
La construcción de una nación autónoma: El sistema de salud, educación y la capacidad científica desarrolladas, a pesar de sus limitaciones, son frutos de un proyecto nacional que priorizó a los cubanos. Un patriota no puede, en coherencia, oponerse al sistema que hizo posible estos logros sociales sin ofrecer una alternativa que garantice esa misma soberanía y justicia social.
II. El Contexto de la agresión: el patriotismo como trinchera
No se puede entender la Cuba contemporánea sin el factor del bloqueo estadounidense y la hostilidad constante. Este contexto no es un detalle, es el escenario fundamental que define las opciones políticas.
La patria asediada: En una nación bajo una presión económica y política tan férrea, cualquier postura que debilite la unidad nacional frente al agresor externo es objetivamente funcional a los intereses de ese agresor. No se trata de una cuestión de lealtad política, sino de supervivencia nacional. La retórica y las acciones de la oposición, especialmente la radicada en Miami y apoyada por Washington, han estado históricamente alineadas con el objetivo del "cambio de régimen".
Consciente o inconscientemente: Aquí radica la clave de la tesis. Cualquier cubano puede criticar, y en este sentido, son muy críticos con aspectos internos del sistema por un genuino deseo de mejora (una postura "conscientemente" patriótica dentro de la Revolución). Pero quien aboga por la desestabilización o apoya medidas de fuerza externas, aunque lo haga creyendo en un futuro mejor, está siendo "inconscientemente" instrumentalizado por la agresión. Su acción, aunque bienintencionada en lo individual, fortalece la mano del enemigo histórico de la nación.
III. La Diferencia entre crítica leal y oposición desestabilizadora
Este análisis no busca negar el derecho a la crítica ni cerrar los ojos a los problemas. La autenticidad también reside en la capacidad de autocrítica. Sin embargo, existe una diferencia abismal entre:
La crítica constructiva: Aquella que se formula desde dentro del proyecto social, con el objetivo de perfeccionarlo, preservar sus conquistas y corregir sus errores. Esta es una expresión de patriotismo profundo.
La oposición desestabilizadora: Aquella que, alineada con el discurso y los objetivos del enemigo externo, busca deslegitimar el sistema en su conjunto, erosionar su base social y abrir flancos para la injerencia. Esta, independientemente de la intención subjetiva de quien la ejerza, es antagónica al interés nacional en el contexto actual.
Ser cubano es ser revolucionario en la defensa de la soberanía
En última instancia, el patriotismo no es una emoción estática, sino una práctica concreta en un contexto histórico determinado. En la Cuba de hoy, un país que sigue librando una batalla existencial por su derecho a la autodeterminación, la defensa de la Revolución es el sine qua non del amor a la patria. No se puede amar a Cuba y al mismo tiempo minar el único dique de contención que ha impedido su reabsorción plena en la esfera de dominación estadounidense. El patriotismo auténtico, por tanto, no es una opción apolítica. Es, consciente o inconscientemente, la decisión de estar del lado de la soberanía, la dignidad y el proyecto de justicia social que, con todos sus desafíos, define a la nación cubana moderna. Cualquier otra cosa es, en el mejor de los casos, un patriotismo abstracto e inoperante, y en el peor, una traición velada a la patria martiana por la que tantos han dado su vida.
Editorial

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