Nada nuevo. Viejo veneno en frasquitos nuevos. No vamos a cansarnos en la denuncia y menos en el combate. Aquí se libra una guerra semiótica que nos exige inteligencia veloz y ubicua. Respuesta rápida y debate a fondo. Atacan por doquier, usan los gustos, los placeres y las feligresías. Usan las penurias y usan nuestros errores. Su inmortalidad no tiene límites y su sueño añejo es infiltrarse en las cabezas de los jóvenes y los no tanto. Dicen que la Segunda Guerra Mundial la ganó Hollywood.
En el método del camuflaje liberal (que en realidad es libertino) están sembrados dispositivos perversos para, con semejante autobautizo, hacernos creer que somos nosotros los equivocados y los enemigos de la libertad y el libre desarrollo de la humanidad. Con ese discurso andan desatadas por el mundo las jaurías de las derechas, y las ultraderechas. Pontifican alharacas camaleónicas con la meta única de generar engaños y confusiones en las cabezas de los despistados. A otro perro con ese hueso.
Nuestro trabajo reviste la responsabilidad de hacer visibles todos los catálogos de las manipulaciones ideológico-burguesas. Escribir la historia de las Guerras Semióticas. Dedicarle el tiempo y el estudio; la preparación creativa de materiales didácticos y el despliegue de todos los debates necesarios, en todos los rincones posibles, para iluminar, con la razón de la ciencia y la ética del bien común, las madrigueras ideológicas donde se incuban las traiciones históricas contra la dignidad democrática de los pueblos. Eso no debe librarse al azar ni puede descuidarse irresponsablemente.
Hemos debido pagar consecuencias muy dolorosas por no combatir a tiempo las manipulaciones de conciencias y el sometimiento de las voluntades por la vía de la dominación ideológica de las clases hegemónicas.
Todas las consecuencias están tatuadas en la historia de la humanidad y se han agudizado aceleradamente en la medida en que ellos han desarrollado tecnologías y metodologías para la opresión del pensamiento, de la palabra y de la acción. Tienen ejércitos para el control del territorio geográfico, del territorio financiero y del territorio mental. Así nos han infectado a la niñez y a la juventud con «narcóticos» ideológicos de todo tipo y en todos los formatos.
Alcoholismo, drogadicciones, ludopatías de todo tipo incluidas las digitales. Individualismo, consumismo, egocentrismo, dogmatismo, supremacismo, negacionismo… la irracionalidad convertida en mérito y en grandes negocios. Violencia de género, racismo y desmoralización inducida. ¡Ya basta!
Hay que consolidar espacios renovados de acción semiótica desde las bases. Recuperar y amplificar el sentido común de los revolucionarios en su lugar exacto, que es el más alto peldaño de la condición humana.
Revolucionar el humanismo, revolucionar las conversaciones y revolucionarnos todos en un plan de lucha cotidiana que sea capaz de expulsar, milimétricamente, todo vestigio y todo virus de la ideología dominante que opere contra nuestra historia de lucha emancipadora y contra nuestra unidad de pueblos diversos. Cabeza por cabeza, colectivo por colectivo. Cultivar una semiótica emancipada y para la emancipación permanente. Descuidar estas tareas es suicida. Nos urge una guerrilla semiótica de acción directa, por todos los medios, para producir los anticuerpos culturales indispensables que exterminen, en plazos cortos, las influencias tóxicas de los medios y los modos burgueses para manipular conciencias.
Podríamos escribir el horóscopo de las canalladas contra Cuba. Sabemos de dónde vienen, conocemos a sus camaleones ideológicos, tenemos identificados sus medios y sus modos. Conocemos la agenda de sus vituperios y maledicencias. Somos capaces de reconocer su sintaxis, su vocabulario y su lógica paupérrima. Reconocemos su pobreza intelectual y educativa, y sabemos quién les paga, cómo y dónde. Nos hace falta adelantarnos diez pasos, ganar la partida por ventaja política, intelectual y humanística. Ponernos a la vanguardia de la producción de sentido, a la altura de los tiempos y las necesidades vigentes. Ganarles la guerra semiótica. Solo hay que tomar las decisiones políticas. No hay tiempo que perder.
Fuente: Granma
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