La pesadilla se extiende por Europa, se cierne sobre los Estados Unidos y alcanza a una América Latina que, después de sufrir la obscena presencia de Bolsonaro, padece ahora la de Milei, personaje no por esperpéntico menos peligroso.
Sería irresponsable no tener en cuenta que la ultraderecha ha pasado de balbucear lugares comunes a tomar la iniciativa en temas capitales para la ciudadanía. Abanderado de una “guerra cultural” entendida como el combate contra cualquier reivindicación de derechos económicos, políticos, sociales o culturales, por básicos que puedan parecer, este nuevo fascismo vive un momento de expansión que lo hace sentir envalentonado y eufórico.
En medio de un panorama tan inquietante, resulta alentador el contundente triunfo de Claudia Sheinbaum en las elecciones en México, un reconocimiento a la labor de su predecesor y un apoyo a la vocación latinoamericanista y a la apuesta por los pobres que la presidenta electa continuará llevando adelante.
El próximo 28 de julio, Hugo Chávez, el líder que encabezó la Revolución Bolivariana y reivindicó un socialismo para el siglo XXI, cumpliría setenta años. Justamente ese día se desarrollarán en Venezuela las elecciones generales en que se enfrentan no una decena de candidatos sino, en esencia, dos proyectos de sociedad. Los más poderosos medios de comunicación del mundo ya han elegido el suyo. Obviamente, el de la contrarrevolución. El candidato mimado de la oposición, y sobre todo su mentora (la carta predilecta del Imperio), comienzan a copar espacios lo mismo en sedes legislativas extranjeras que en la prensa y en las plataformas digitales. Fracasados los intentos de magnicidio e invasión, los disturbios violentos y el terror, las sanciones y el robo de los recursos del país, y hasta la farsa de un presidente espurio y sin pueblo, se intensifica la arremetida mediática.
Ya echó a andar la maquinaria de la descalificación. Un influyente periódico español, por ejemplo, se apresura a deslizar una sospecha envenenada: “la ausencia de observadores de la Unión Europea deja las elecciones sin una fiscalización robusta”. Otros medios ya circulan presuntas encuestas que dan la victoria a la llamada Plataforma Unitaria Democrática, como argumento para desconocer cualquier resultado adverso y como contribución al clima de desconfianza que se pretende generar. No extrañará a nadie que en las próximas semanas la campaña continúe subiendo el tono. Más que preparándose para ganar, la derecha venezolana parece lista para lanzar la acusación de fraude, que sin dudas contará con el apoyo inmediato y entusiasta de no pocos gobiernos y medios. Es una puesta en escena que conocemos bien.
La historia de la América Latina y el Caribe ha oscilado entre el atropello del que por siglos han sido víctimas sus pueblos y las luchas que han librado a sangre y fuego por su libertad. Si el pasado año se cumplió el bicentenario de la Doctrina Monroe, que vendría a representar la opción imperial, este año se cumple el de la batalla de Ayacucho, que selló la independencia de Sudamérica. No se trata solo de una disputa entre el candidato de la Revolución Bolivariana y alguno de sus contrincantes. La embestida de los medios hegemónicos no nos permite olvidar que lo que se juega hoy en Venezuela es, precisamente, una de aquellas dos alternativas: o Monroe o Ayacucho.
La Casa de las Américas, fiel desde hace 65 años al proyecto de emancipación cultural de nuestra América, hace un llamado a los intelectuales del mundo, y particularmente de la región, a seguir muy de cerca los acontecimientos en el hermano país, las maniobras de la derecha local y global, y a estar alertas ante cualquier intento de usurpar la decisión soberana del pueblo venezolano.
La Habana, 11 de junio de 2024
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