Por Patricia Pérez
El impulso solidario provocado por los sucesos recientes en Guantánamo y las dificultades electronergéticas que ha atravesado el país, han puesto de realce la fraternidad y el humanismo que despierta Cuba en todas las regiones del planeta.
La confluencia
de dos hechos mayores, que fueron la falta de electricidad con el apagón masivo
generado por el bloqueo yanqui y el paso del huracán Oscar, han sido dos
detonantes para que Cuba esté nuevamente en el centro de las preocupaciones de
millones de personas que aman al país en todo el mundo.
En primera línea de este frente ha estado el gobierno revolucionario, la Defensa
Civil, todas las estructuras institucionales del país y los hombres y mujeres
valientes que en los lugares más recónditos, cercanos a los hogares de los
damnificados, han salvado vidas en las regiones más afectadas del oriente
cubano.
Estos hechos han despertado una ola de altruismo nacional e internacional, como lo muestran las donaciones de provincia a provincia, las de cubanos y solidarios desde el exterior, los comunicados emitidos por diferentes asociaciones de solidaridad o por partidos de otros países. A estos gestos se agrega la ayuda de la UNICEF y del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que han brindado equipamiento técnico y entregado módulos alimentarios para la recuperación de las localidades guantanameras, en este caso los municipios de Imías, San Antonio del Sur, Baracoa y Maisí.
Otros héroes y heroínas, muchos de ellos hasta hoy anónimos, se suman a esta lista de reverenciables esfuerzos para salvar vidas, cultivos e instalaciones indispensables al desarrollo de la Mayor de las Antillas. Los hospitales creados por la Revolución cubana en estos municipios, a pesar de sufrir los efectos devastadores e inhumanos del bloqueo estadounidense, han sido un espacio donde la obra humanista edificada por seis décadas de socialismo se yergue como argumento ineludible de lo que es capaz una nación para enfrentar a poderosos enemigos.
La solidaridad que recibe Cuba hoy no es más que una respuesta lógica y honesta a todo lo que ha brindado esta Isla al mundo, con su ejemplar internacionalismo y la ayuda desinteresada ofrecida a otros países hermanos desde los primeros años del triunfo de la Revolución. Prueba de ello son las muestras de apoyo que hemos visto aflorar toda vez que Cuba necesita que el mundo adhiera a su causa, lo que en términos conceptuales es, como la justicia, la esencia de la solidaridad.
Este concepto es sinónimo de apoyo, compañerismo, fraternidad, fidelidad, respaldo, defensa y unión y se hace muy claro en fechas como estas, donde la política criminal del bloqueo contra Cuba es puesta al descubierto y rechazada mayoritariamente en la ONU.
La ideología socialista escogida por la mayoría de nuestro pueblo y el humanismo que ha cultivado y del cual es un paradigma a nivel mundial, están íntimamente relacionados con los valores y la ética que hemos adoptado desde nuestras primeras luchas, llevadas a la práctica desde 1959, y que han influido durante varias generaciones en la manera en que percibimos al Otro y en el modo en que actuamos en relación con los demás.
Nuestra ideología y práctica revolucionarias han establecido las condiciones necesarias para disponer de un marco que permite conocer, estudiar y comprender el origen de las injusticias y desigualdades del mundo y ha sido punto de partida para la promoción y ejecución de acciones solidarias en todos los continentes. Dicho de otro modo, sin nuestra base ideológica, sin la herencia de nuestros padres fundadores que sembraron en nuestra conciencia sus raíces de igualdad, de fraternidad, de empatía y de justicia social, la solidaridad no sería para nosotros lo que es hoy. Varias generaciones de cubanos hemos sufrido y nacido bajo el impacto genocida del bloqueo, y proporcionalmente hemos elevado nuestra cultura del entendimiento y comprensión de la necesidad humana de apoyar a otros que comparten idénticas desgracias, a pesar de las carencias y dificultades vividas.
Ese deseo de apoyar a la alteridad, de conectarnos con el prójimo, de ser
partícipes del bienestar colectivo y de fomentar un sentido de responsabilidad
nacional hacia los demás, nos viene de la Cuba revolucionaria, de los valores
éticos resultantes de años de resistencia y de esfuerzos sostenidos desde
el siglo XIX para salvar un pueblo entero, una revolución única que nos ha
educado a todos en el fortalecimiento de la solidaridad que hoy debemos
preservar y continuar.
Acto de apoyo a Cuba y contra el bloqueo de la Asociación de cubanos residentes en México, D.F
No hay solidaridad sin justicia.
La igualdad y la razón son componentes absolutos del concepto de solidaridad, lo que excluye per see otras maneras de enfocar a nuestros semejantes. Los principios en los que se asienta la sociedad capitalista, basados en la competencia más feroz, en la extensión sin límites de la propiedad privada y en la maximización de beneficios solo para un pequeño grupo son ajenos a la cultura humanística en que se nos ha educado y en la que como seres humanos se nos ha elevado durante décadas. El sistema económico capitalista prioriza la ganancia a ultranza y no actúa en dirección de la equidad, generando desigualdad y exclusión.
En el caso particular de Cuba, como en el de Nicaragua y Venezuela, existen consecuencias más nefastas que el enemigo imperial no ha cesado de fomentar con sus políticas de asfixia y bloqueo. Propiciar la pérdida de nuestra independencia, la entrega total de nuestro territorio a sus garras hegemónicas, la imposición de sus políticas de eliminación de nuestras libertades democráticas, la puerta abierta a su perversa costumbre de saquear y exterminar cuanto se le antoja, es todo cuanto prometen ofrecernos. Y todo ello emana de un modelo criminal y anacrónico, que conduce al exterminio de poblaciones enteras y pone cada día más en peligro la existencia misma de la vida en la Tierra. Quien tenga honor y apego a otros principios morales no puede permanecer del lado de semejante procacidad y prepotencia.
Parafraseando a Martí, afirmamos que la justicia no es un animal de dos cabezas, una mirando con subordinación al norte capitalista y otra con condescendencia al sur empobrecido, sino que el ejercicio de la razón que supone la solidaridad implica la igualdad de derechos y oportunidades para todos. ¿Es acaso el capitalismo un sistema que garantice esto? ¿Puede el ansia de acumular riquezas en manos de unos pocos lograr una verdadera equidad social y garantizar la paz en el mundo, con visores que apuntan a metas económicas para multiplicar el capital en detrimento del factor humano?
La caridad no ha cumplido tampoco la promesa de construir una sociedad nueva, que es a lo que aspiramos quienes buscamos la justicia universal. Puede existir la solidaridad dentro de un marco capitalista, y esto se ha demostrado en muchas ocasiones. Pero son hechos individuales, actos loables de ciertos colectivos. Desgraciadamente, las excepciones no son la huella de la generalidad ni la regla.
Muchas organizaciones honestas han nacido en el seno de
los EE.UU y en Europa para contrarrestar el impacto del bloqueo. Cumplen así, con su esfuerzo sincero, su parte
de responsabilidad social ante la perpetuación de un genocidio. Mas, cuando estas
iniciativas se tornan un impedimento al despliegue de las políticas económicas imperiales o se interponen políticamente haciendo
cuerpo con la soberanía e independencia de Cuba, son objetivos de interés para Occidente. Algunos han sido perseguidos jurídicamente o apresados, como Gail
Walker, cuando no aniquilados por los gobiernos que abiertamente no apoyan.
Solidarios con Cuba manifiestan en N.York antes de la votación contra el bloqueo en la ONU.
Las empresas con capital extranjero han burlado el bloqueo invirtiendo en Cuba o vendiéndonos sus productos, y a pesar del asedio han enfrentado los dictámenes de la hegemonía estadounidense y sus mecanismos trasnacionales, pagando también el alto precio de la intolerancia y la saña desmedida de su extraterritorialidad. Aquellas que han realizado inversiones en el país y son parte de un esquema de reestructuración de nuestra economía, —que sería muy distinta si no existiese el bloqueo—, no han impuesto nunca condiciones ni modelos a seguir a nuestra patria ni hecho de sus intereses personales una prioridad por encima de las del pueblo cubano.
A mode de conclusión.
Ser solidarios con Cuba y luchar contra el bloqueo no puede definirse por una postura abstracta, neutral, desligada de la Historia del país, de sus realidades sociales en el seno del continente americano ni de la voluntad de un pueblo digno, sino que implica inscribir la palabra y la acción en sus principios éticos, en la verdad de los hechos y en la ley.
Como señaló Elier Ramírez Cañedo refieriéndose a la política de EEUU bajo la presidencia de Barack Obama:
"Desarmarnos ideológicamente en estos momentos sería suicida, cuando nos dirigimos, al tratarse de un conflicto de naturaleza sistémica, hacia un modus vivendi entre adversarios ideológicos. Cuba y los Estados Unidos jamás han tenido una relación normal, no la tuvieron en el siglo XIX, tampoco en el XX, y mientras la esencia del conflicto siga siendo hegemonía vs soberanía, será imposible hablar de una normalidad en las relaciones"(1).
Esa actualidad desafiante, cultural y política, es la que enfrentamos también como solidarios.
O se lucha contra el imperialismo y los mecanismos perversos que impone a Cuba o se es parte de él. Tal es la disyuntiva que asumimos hoy. Cualquier mutación de esa idea de solidaridad, implicaría una preeminencia del individualismo y del egoísmo sobre la igualdad colectiva, cuando no una traición a los años de lucha y a los principios del socialismo escogidos democráticamente por los cubanos en las urnas.
Pretender una lucha contra el bloqueo, vaciada del contenido político (que es su esencia) es, cuando menos, la adhesión a un pragmatismo sin cauce, es carecer de sentido común, de la idea de justicia y prescindir del honor que implica la verdadera solidaridad en cualquier época y lugar del mundo.
29 de octubre de 2024.
#Cuba.
(1) Ramírez Cañedo, Elier, "La «nueva política» de EE.UU. hacia Cuba", Revista de Estudios Estratégicos, no. 3. (enero-junio 2015). La Habana, Editorial del Centro de Investigaciones de Política Internacional, 2015.